Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

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España, 2009.

El que Busca Encuentra

martes, 29 de noviembre de 2016

Bellas de Noche.

REDONDO.

Bellas de Noche
Bellas de Noche (Maria José Cuevas, 2016)

El tema y universo elegido por la documentalista debutante Maria José Cuevas se apetece literalmente hacía las grandes luces; las aristas que trastoca dentro del imaginario colectivo es amplio y harto interesante. Lamentablemente su mano se deja conquistar por sus personajes para que la obra se torne a leguas condescendiente; correcta en lo político y medianamente en lo social, alejándonos por completo de temas discutibles que harían enfrentarnos al escaparate del espectáculo y su doble moral dentro de la industria nacional. 
Si bien el seguimiento que hace de 5 vedettes nos trae a la mente –ya sea como recuerdo o virginalmente– aquella época de entretenimiento nocturno centralizado en luminarias cuya ropa servía tanto para lucir su cuerpo, como para reflejar los "brillos" de una sociedad que escapaba así a sus deseos e ideales, termina por quedarse corto en profundidad y pobre en consistencia. Indaga muy escuetamente el mundillo detrás del espectáculo dejándose abatir por el carisma de sus “bellas”, ganándole estas la partida. Y es que más que historias de vida y/o rastreos de su carrera profesional; más que retratos íntimos, logra una peligrosa camaradería obteniendo respuestas cuasi planificadas en llanas entrevistas y no confesiones que pusieran en juego todos los factores detrás de la maquila de aquellas figuras, cuasi heroínas sexuales, que tanto sirvieron a los medios para la pantalla social y que después hicieron a un lado con la misma convicción. 
Los homogéneos temas que se intentan poner sobre la mesa se entretejen de manera truncada: momentos aletargados, sosos y algunos bellos e interesantes (los menos) en los cuales podemos alejar a estas 5 damas de ese pasado glamuroso que hizo de sus nombres parte dorada de la farnadula, o bien de este intento de justicia mediática –que al parecer fue el pretexto inicial para la fabricación del filme. Igualmente su parte final, donde el documental se obliga a adentrarse a la lucha que tienen estas mujeres frente a un mundo que si bien no las ha olvidado, las sigue utilizando como patiños, siluetas o vil existencia de nostalgia. Igual la cinta.
Las partes técnicas distan mucho más aún del contenido. Los encuadres en ocasiones salen sobrados, demasiado amplios y vagos en composición. El montaje es previsible; denotado mayormente por las acciones previas, lo que ahoga al ritmo y hace que el proyecto termine por no marcar un ritmo pertinente; la obra se siente más larga de lo que realmente es. 
Bellas de Noche, pues, resulta ser un ejercicio de añoranza que queda a deber. Señala un camino que deja abierto y expuesto a distintas interrogantes que se pierden frente al espectador. Es un producto bonachón que no dice más de lo que se puede ver en pantalla, no hay un volumen temático ni preciso al debate; se enmarca la sensibilidad de estas mujeres a través de sus inseguridades, faltas de criterio, excentricidades e ignorancia. No se trataba tampoco de atropellar las personalidades y desenmascarar a diestra y siniestra un periodo lleno de irregularidades, no, pero sí de revelar claramente ciertas guías; de encontrar la honestidad y el diálogo en reflexiones sin tapujos. Curioso resulta entonces al final que estas damas terminen por mostrarse más desnudas en los pietajes de las cintas de sus años mozos, que en estos sus relatos y supuestos retratos de certeza. 

Bellas de Noche de Maria José Cuevas

Calificación: 2.5 de 5 (Regular). 

viernes, 11 de noviembre de 2016

Hasta Luego Leonard Cohen.

Hasta Luego Leonard Cohen.

Como mucha de mi música favorita; aquella que me ha acompañado durante años enfundada en un abrazo en conjunto, conocí a Leonard Cohen en un viejo casete pirata que tenían mis hermanas entre sus álbumes, libros y fotografías cuando apenas me iba a entrar la pubertad; se trataba de su disco de éxitos de 1975. Y sí bien por esos años lo que yo buscaba era un sonido enérgico cargado de riffs ácidos de guitarra y potencia a lo más vil para -según mis creencias de entonces- alejarme de todo, no pude más que rendirme ante sus canciones casi a la primera escucha. En la aparente sencillez de las notas que brotaban de la bocina de la grabadora había una sazón de nostalgia, de sapiencia; ecos de experiencia brutal, de dolo y un apasionamiento por las espinas del amor. En los recovecos de su lirica comencé a conocer el serpenteante mundo de sentimientos al que me dirigía y en el que aún camino y aún me explicó ocasionalmente con sus frases. Fue él, pues, incluso antes que Dylan, quien me enseñó que no todo era experimentación en el mundo sonoro sino también contenido. No se trataba únicamente de sonar bien sino de decir algo, tener discurso y total franqueza. 

Aquel casete no sé si aún exista en alguna caja cargada de polvo en la casa donde crecí la mitad de mi vida; en realidad no recuerdo si logró superar el desgaste que le hice conocer aquellos días, meses y quizá años. Viendo hacia atrás, esas horas me parecen ahora un horizonte tan lejano como vasto el universo que me hizo conocer: sentimientos y emociones embotelladas al vacío del plástico, del laser y de la era digital. Enseñanza pura de que la belleza no es nunca una dama bien vestida sino una que disfruta de su desnudez para, de vez en cuando, violentarse y alzar la voz. Que señala con enojo y se ensucia sin apuros para acariciarte y mostrar al mundo valerosamente su llorosa mirada, su cansada fragancia y las marcadas cicatrices que le dejaron las jornadas de vida. La beldad como una catarsis repleta de elegancia. 

Si bien no recurro tan a menudo a su discografía, cada que me regalo dicha oportunidad algo en el aire me respalda y me hace respirar de una manera bucólicamente honesta; me hace sentir acogedoramente simple, llano, solitario. Una sombra capaz de encontrarse la sonrisa entre las penas. Una carcajada repleta de las condenas que da la felicidad... Si bien el mundo de sus letras, de su narrativa, de sus encuentros y reencuentros han marcado a miles, a cada uno le ha creado su propia firma. Su propio sello con su propia tinta y su propio sabor. El mío no sonará del todo tan especial; se remonta y remontará siempre a ese casete viejo y pirata de mis hermanas en que le escuché por vez primera. Y es que a través de todo el paraje en que me ha acompañado indirectamente, no me queda más que aclararle a manera de despedida -ahora que tristemente nos ha dejado- que así como hizo a bien decir y cantar alguna vez, yo, como miles de sus seguidores, sólo he tratado a mi manera de ser siempre libre.