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España, 2009.

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martes, 8 de febrero de 2011

True Grit

REDONDO.

True Grit

Temple de Acero (Coen, 2010)

Cuando uno se acerca al cine de los hermanos Coen no espera tantas sorpresas como sí enredos en sus incipientes tramas de alto humor negro y estrafalarios personajes. Con el tiempo, es sabido, han creado un sello tan particular que han sido nombrados en varios campos de la critica como algunos de los realizadores más originales en muchos años. Pero si hacemos un ejercicio de honestidad, cuando uno sale de ver su más reciente película, “True Grit”, la verdad es que uno no sabe si en realidad ha visto una película que lleva dicha firma, o si –por fin– han cedido ante la labor del “tributo” que ya en años anteriores se les había colocado sobre la mesa. Para mi, la respuesta es más que afirmativa.

No puedo negarme al hecho de que la película es en efecto disfrutable, pero (claro), si se logra entender que su manufactura se posa sobre los cánones del “Western” puro y duro norteamericano. Ese que, irónicamente, hizo grande a figuras como John Wayne y del que nos dicen; la película está alejada –ya que protagonizó una versión de la misma trama (basada en una novela de Charles Portis) en 1969 logrando la obtención de su único premio de la academia. Y es que en realidad, si también nos concierne la total honestidad, podemos llegar a creer tal aseveración ya que más que un acercamiento a los estilos que hicieran una leyenda al citado actor clásico de Hollywood, la película centra sus ánimos en los temas centrales y estados genéricos de aquel estilo Western primigenio que es en realidad, el más olvidado de todos. No es, pues, la revisitación americana de este mismo estilo donde la violencia comenzó a aparecer y hacerse más evidente, ni el tan afamado estilo italiano (sumamente estético) que marcó y ha marcado a varios directores de talla internacional en estos días, sino un estilo más apegado al melodrama (basta con notar que esta es quizá la más musicalizada película de los hermanos) y los sentimientos (sector que nunca habían demostrado con tal apego y en el que sinceramente se vieron un tanto noveles) y que en realidad, a los que tomó por sorpresa primeramente fue a los propios realizadores.

En realidad, no encuentro la soltura característica de su cine, se notan un tanto aprehendidos al hecho de querer seguir ciertos parámetros ajenos, que acompañar su oscuros juegos mentales y, sobre todo, a su sistema de líos, chantajes y mentiras que tan efectivamente suelen presentar. Sonará entonces un tanto raro decir esto de los directores que en ocasiones nos han obligado a advertir a la audiencia que asistirá a sus películas a abrir sus mentes (pues se encontrarán con algo poco común), pero hay que decirlo, en realidad si nos acercamos a esta trama de vaqueros, en espera de ver una cinta “clásica” de estos realizadores, la cosa dista mucho de la realidad. Son unos Coen más en la avanzada de códigos de emotividad y afecciones. Lo que afecta un poco su capacidad para manejar su peculiar estilo de personajes, los cuales, dicho de paso, se ven afectados al no completar del todo su complejo circulo de propósito ético y moral. Por otro lado, sus distintivos caracteres que suelen abordarse como detalle o firma (el caso particular aquí del anciano con la piel de oso), se denotan más como capricho que como algo funcional y necesario.

En otros campos, la situación no parece variar mucho, los detalles técnicos y artísticos de la película son impecables como suele suceder en la filmografía (buena, mala o regular) de estos cineastas. Tanto el vestuario de Mary Zophres, como la siempre excelsa fotografía de Roger Deakins no dejan nada que desear. Igualmente, el montaje (realizado por los Coen bajo el siempre seudónimo de Roderick Jaynes) no deja de si. En el rubro actoral, no podemos quejarnos más que por lo antes ya mencionado, el vaivén del rol de cada personaje que no terminan por cuajar al final determina un lucimiento menor del buen cast. Aunque si somos por completo honestos, tienen sus detalles portentosos en algunas cuantas escenas.

“True Grit”, pues, puede resultar engañosa. Si se le busca desde el punto de vista de un Western clásico, puro y melodramático como el de los inicios del género en Hollywood, podrá resultar hasta conmovedor y bello. Pero si lo que se busca es una cinta más del llamado director de dos cabezas, la conclusión distará mucho de lo que uno pudiese esperar. Al final, la situación es bastante obvia, a esta cinta de los Coen le sobra demasiado corazón y la falta su buena dosis de cerebro visceral.


Temple de Acero de los Hermanos Coen

Calificación: 3 de 5 (Regularmente Buena).

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