REDONDO.
Sully
Sully:
Hazaña en el Hudson(Clint Eastwood, 2016)
Sabemos de
antemano que cuando Tom Hanks se deja ver en la pantalla grande la bandera de
los valores estadounidenses más ortodoxos ha de ondearse por todo lo alto
dentro del metraje presencial, sobre todo hacía su parte final (y resolutiva).
Ahora bien, cuando detrás del encadenado de acciones se haya alguien como Clint
Eastwood, es de suponer que dicho aire ondeante habrá de multiplicarse. Y es
que estamos ante dos de las figuras más representativas de dichos intereses
morales por parte de nuestro vecino del norte. El primero, claro, es una figura
en la que ha recaído a lo largo de su carrera la interpretación norteamericana
de la bondad, mientras el segundo se rodea de figuraciones de alcance,
autoridad, poderío y, aunque suene irónico a sus 86 años, de fuerza y
vitalidad. Si bien no podemos negarnos ante esos hechos, tampoco podemos
negarnos al factor de que Eastwood quizá sea uno de los directores más formales
y pulcros de la última década. Si bien sus trabajos más recientes fluctúan
tanto en sus propias acciones como dentro de su propia filmografía, con Sully
nos enfrentamos ante la reintegración plena de su cine más efectivo.
La historia
en si parece calzada para ponderar los bonos normativos de la sociedad
estadounidense, exaltando –e integrándose– en la siempre inicua batalla entre
el interés y la honestidad. Es una trama predispuesta, pues, para ello, y quizá
otra mano la habría llevado a rebuscar ciertos elementos que dieran como
resultado una obra exacerbada, pero no es el caso aquí. En la balanza de los
hechos presentados: la narrativa y el campo emocional, se percibe la madurez
del realizador, su soltura dentro del control de la ficción y su buen tacto. Es
el propio encadenamiento el que se viste y respira con cierta pericia a favor
del espectador, quien más que verse obligado, se dejará llevar más o menos
libremente para dar sus valoraciones y experimentar el dramatismo propio del
filme.
Anacrónicamente
Eastwood nos coloca de lleno y de manera eficaz en el centro del conflicto; la
película no se centra dramáticamente en el afamado contratiempo aéreo que dio
la vuelta al mundo, sino en lo que se suscitó después con los protagonistas de
los hechos. Para ello se apoya en un doble debate. El principal es aquel donde
las fuerzas burocráticas intentarán, como es sabido, lavarse las manos
sacrificando la carrera del piloto; nuestro personaje central, él cual sostiene
la disputa interna entre los nombramientos populares de héroe, así como los
oficiales y mediáticos de posible fraude y peligro. No obstante, con cierta
obligación y haciendo uso del tiempo como representación fílmica –sobre
cavilaciones e inflexiones de nuestro eje humano central– el realizador nos
hará parte de ese vuelo bajo un comando elegante y hábil desde distintos puntos
de vista. Se revisita el acontecimiento bajo unidades separadas para poder
lograr un climax en conjunto: accidente y resolución del caso.
La
fotografía de Tom Stern y el montaje de Blu Murray sobresalen en el valor
adecuado; están a disposición del filme y a pesar de desplegarse de manera
sobresaliente son invisibles durante la proyección. La partitura de la Tierney
Sutton Band y Christian Jacoby encaja y se mimetiza con el estilo del propio
Clint Eastwood acentuando los momentos claves. Sobresale igualmente el control
y la colaboración de Hanks y el director. La actuación del histrión es calma,
estoica (bajo las parámetros que le conocemos) y permite que el flujo de la
cinta provea y le provea. Hacía tiempo que no veíamos a un Tom Hanks tan
efectivo en un filme que no busca otra cosa más que narrar un fragmento y una
versión de las cicatrices que van construyendo al Nueva York post 9/11.Por la
parte técnica no hay más que agradecer.
Sully es,
entonces, una película particularmente sencilla. Una cinta sin aspavientos que
no busca dobles fondos o profundidades en el sistema, se aboca a sus personajes
y humaniza el hecho sin criticar de más, sin ataques frontales. Al verla no
queda más que identificarse bajo su ritmo y pasar un tiempo placentero de un
cine sobrio, claro, sin pretensiones y disfrutable. Un cine que no busca más
que mostrarse y, sobre todo, escribirse y realizarse bien. Y vaya que en estos
tiempos, y en esa área del mundo–honestamente- es más que suficiente.
Sully:
Hazaña en el Hudson de Clint Eastwood
Calificación:
3.5 de 5 (Buena a secas).
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