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jueves, 8 de diciembre de 2016

Sully: Hazaña en el Hudson

REDONDO.

Sully
Sully: Hazaña en el Hudson(Clint Eastwood, 2016)

Sabemos de antemano que cuando Tom Hanks se deja ver en la pantalla grande la bandera de los valores estadounidenses más ortodoxos ha de ondearse por todo lo alto dentro del metraje presencial, sobre todo hacía su parte final (y resolutiva). Ahora bien, cuando detrás del encadenado de acciones se haya alguien como Clint Eastwood, es de suponer que dicho aire ondeante habrá de multiplicarse. Y es que estamos ante dos de las figuras más representativas de dichos intereses morales por parte de nuestro vecino del norte. El primero, claro, es una figura en la que ha recaído a lo largo de su carrera la interpretación norteamericana de la bondad, mientras el segundo se rodea de figuraciones de alcance, autoridad, poderío y, aunque suene irónico a sus 86 años, de fuerza y vitalidad. Si bien no podemos negarnos ante esos hechos, tampoco podemos negarnos al factor de que Eastwood quizá sea uno de los directores más formales y pulcros de la última década. Si bien sus trabajos más recientes fluctúan tanto en sus propias acciones como dentro de su propia filmografía, con Sully nos enfrentamos ante la reintegración plena de su cine más efectivo. 

La historia en si parece calzada para ponderar los bonos normativos de la sociedad estadounidense, exaltando –e integrándose– en la siempre inicua batalla entre el interés y la honestidad. Es una trama predispuesta, pues, para ello, y quizá otra mano la habría llevado a rebuscar ciertos elementos que dieran como resultado una obra exacerbada, pero no es el caso aquí. En la balanza de los hechos presentados: la narrativa y el campo emocional, se percibe la madurez del realizador, su soltura dentro del control de la ficción y su buen tacto. Es el propio encadenamiento el que se viste y respira con cierta pericia a favor del espectador, quien más que verse obligado, se dejará llevar más o menos libremente para dar sus valoraciones y experimentar el dramatismo propio del filme. 

Anacrónicamente Eastwood nos coloca de lleno y de manera eficaz en el centro del conflicto; la película no se centra dramáticamente en el afamado contratiempo aéreo que dio la vuelta al mundo, sino en lo que se suscitó después con los protagonistas de los hechos. Para ello se apoya en un doble debate. El principal es aquel donde las fuerzas burocráticas intentarán, como es sabido, lavarse las manos sacrificando la carrera del piloto; nuestro personaje central, él cual sostiene la disputa interna entre los nombramientos populares de héroe, así como los oficiales y mediáticos de posible fraude y peligro. No obstante, con cierta obligación y haciendo uso del tiempo como representación fílmica –sobre cavilaciones e inflexiones de nuestro eje humano central– el realizador nos hará parte de ese vuelo bajo un comando elegante y hábil desde distintos puntos de vista. Se revisita el acontecimiento bajo unidades separadas para poder lograr un climax en conjunto: accidente y resolución del caso. 

La fotografía de Tom Stern y el montaje de Blu Murray sobresalen en el valor adecuado; están a disposición del filme y a pesar de desplegarse de manera sobresaliente son invisibles durante la proyección. La partitura de la Tierney Sutton Band y Christian Jacoby encaja y se mimetiza con el estilo del propio Clint Eastwood acentuando los momentos claves. Sobresale igualmente el control y la colaboración de Hanks y el director. La actuación del histrión es calma, estoica (bajo las parámetros que le conocemos) y permite que el flujo de la cinta provea y le provea. Hacía tiempo que no veíamos a un Tom Hanks tan efectivo en un filme que no busca otra cosa más que narrar un fragmento y una versión de las cicatrices que van construyendo al Nueva York post 9/11.Por la parte técnica no hay más que agradecer. 

Sully es, entonces, una película particularmente sencilla. Una cinta sin aspavientos que no busca dobles fondos o profundidades en el sistema, se aboca a sus personajes y humaniza el hecho sin criticar de más, sin ataques frontales. Al verla no queda más que identificarse bajo su ritmo y pasar un tiempo placentero de un cine sobrio, claro, sin pretensiones y disfrutable. Un cine que no busca más que mostrarse y, sobre todo, escribirse y realizarse bien. Y vaya que en estos tiempos, y en esa área del mundo–honestamente- es más que suficiente.

Sully: Hazaña en el Hudson de Clint Eastwood

Calificación: 3.5 de 5 (Buena a secas). 


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