EL BOLSILLO IZQUIERDO
Una vez más, hartado de la ignominia televisiva nacional, relato una ficción más que combino con una foto observada en un bar, colocada como “curiosidad” y de la cual no tengo ni la menor idea de cómo llegó a estar ahí. En fin, basado en todo un devenir de sentimientos es que escribo lo siguiente en contra de la tele, y de todos aquellos que no hacemos nada por cambiarla.
CAJITA MUSICAL.
Un hombre embarnecido cuelga de las paredes de un bar, los que ahí beben y logran percatarse de su presencia, sienten una pequeña pero extraña sensación de interés y repulsión. Algunos se acercan para mirar más cerca; ríen, otros, en cambio, tan sólo piden otra cerveza y se alejan con la mirada fija a la de la fotografía que representa al rollizo ser. Un hombre embarnecido - parcialmente desnudo - cuelga de las paredes de un bar.
Posiblemente nunca lo veamos frente a nosotros, es parte de la magia moderna que combina a las tecnologías, los medios y el desarrollo globalizado. Para muchos, ese tipo no puede ser mexicano; un tipo regordete de esta nación no puede llegar a ser tan interesante, un tipo con tales dimensiones y venido de esta tierra no puede llegar a ser parte importante en los foros internacionales de la afamada red. Para mí, sinceramente, se llama Juan, es un tipo depresivo que ha perdido todo; su hogar, su familia y su amor por la vida.
Sentado por meses en la sala de su casa, sin nada más que hacer mas que tragar helado y entretenerse con la programación de las cadenas nacionales, ha perdido la mitad de todo el desarrollo cognitivo que había logrado en la educación publica hasta el nivel medio superior (no mucho, pero algo). En tan sólo un par de meses, su sentido del humor ha ido en detrimento; ahora los chistes que contienen vulgares y excesivamente claros dobles-sentidos (que combinan a estudiantes de primaria con minifaldas, religión, alcohol y clichés venidos a menos), son las mejores bromas que jamás ha escuchado. Dentro de dos semanas, se habrá reído del mismo chiste un centenar de veces, creyendo - fervientemente -que la originalidad y el talento en esas casas productoras es inagotable. ¿Para que salir a la calle?, se pregunta a menudo - Aquí está la vida, se dice repetidamente mientras juega enternecedoramente a completar letras de canciones mientras cierra los ojos para no hacer trampa. Asimismo, el control le ha dado el poder de convertirse en juez anónimo de pasos de baile que jamás podría realizar, así como de observar con deseos la “exitosa” vida de otros que se resume en pertenencias y encierros ridículos de gente, que en realidad, no tiene un trabajo fijo más que la explotación ramplona de su imagen pública (que después quiere mágicamente tener una vida privada). Todo es hilado en una bella y alargada trama por Juan, en ocasiones espera los noticiarios de la noche para obtener un poco de drama, pero a menudo se lleva grandes decepciones al ver meras repeticiones de los contenidos de sus programas de espectáculos. Es el juez de jueces, el hombre poderoso que siempre había deseado; sentado es su trono - que no es más que un sillón carcomido por el gato que un día tuvo hasta que dejo de darle de comer - y su helado cual corona.
Un día Juan intento aparecer en esa ventana, esa pantalla que enseña el mundo (como dice él). Apuntó un número telefónico e hizo un par de llamadas para que alguien viniese a retratar la miseria en la que habita (“Para hacernos saber cuanto sabes de nuestras estrellas” decían ellos). Para su gran sorpresa, salio ganador. Y ese día, con las camionetas con los logotipos de la televisora y las cámaras y los cables y un “famoso”, Juan fue la persona más importante de la colonia, ahora él era parte de esa ventana al mundo. En un momento de descanso, justo antes de que todos se marcharan, alguien tomo esa foto. La de Juan, semidesnudo, tirado en un su sillón. La fama término ahí, en un par de días volvió a encerrarse en su mundo. Nadie volvió a dirigirle la palabra, su sueño de popularidad había sido arrebatado por el tiempo y el infortunio. Hoy, simplemente es la imagen que más capta la atención en un bar como parte de una “curiosidad” que viaja por la red. ¡Que mejor!
Aunque ya viéndola bien, en realidad no parece mexicano. Se ve bastante güerito.
Una vez más, hartado de la ignominia televisiva nacional, relato una ficción más que combino con una foto observada en un bar, colocada como “curiosidad” y de la cual no tengo ni la menor idea de cómo llegó a estar ahí. En fin, basado en todo un devenir de sentimientos es que escribo lo siguiente en contra de la tele, y de todos aquellos que no hacemos nada por cambiarla.
CAJITA MUSICAL.
Un hombre embarnecido cuelga de las paredes de un bar, los que ahí beben y logran percatarse de su presencia, sienten una pequeña pero extraña sensación de interés y repulsión. Algunos se acercan para mirar más cerca; ríen, otros, en cambio, tan sólo piden otra cerveza y se alejan con la mirada fija a la de la fotografía que representa al rollizo ser. Un hombre embarnecido - parcialmente desnudo - cuelga de las paredes de un bar.
Posiblemente nunca lo veamos frente a nosotros, es parte de la magia moderna que combina a las tecnologías, los medios y el desarrollo globalizado. Para muchos, ese tipo no puede ser mexicano; un tipo regordete de esta nación no puede llegar a ser tan interesante, un tipo con tales dimensiones y venido de esta tierra no puede llegar a ser parte importante en los foros internacionales de la afamada red. Para mí, sinceramente, se llama Juan, es un tipo depresivo que ha perdido todo; su hogar, su familia y su amor por la vida.
Sentado por meses en la sala de su casa, sin nada más que hacer mas que tragar helado y entretenerse con la programación de las cadenas nacionales, ha perdido la mitad de todo el desarrollo cognitivo que había logrado en la educación publica hasta el nivel medio superior (no mucho, pero algo). En tan sólo un par de meses, su sentido del humor ha ido en detrimento; ahora los chistes que contienen vulgares y excesivamente claros dobles-sentidos (que combinan a estudiantes de primaria con minifaldas, religión, alcohol y clichés venidos a menos), son las mejores bromas que jamás ha escuchado. Dentro de dos semanas, se habrá reído del mismo chiste un centenar de veces, creyendo - fervientemente -que la originalidad y el talento en esas casas productoras es inagotable. ¿Para que salir a la calle?, se pregunta a menudo - Aquí está la vida, se dice repetidamente mientras juega enternecedoramente a completar letras de canciones mientras cierra los ojos para no hacer trampa. Asimismo, el control le ha dado el poder de convertirse en juez anónimo de pasos de baile que jamás podría realizar, así como de observar con deseos la “exitosa” vida de otros que se resume en pertenencias y encierros ridículos de gente, que en realidad, no tiene un trabajo fijo más que la explotación ramplona de su imagen pública (que después quiere mágicamente tener una vida privada). Todo es hilado en una bella y alargada trama por Juan, en ocasiones espera los noticiarios de la noche para obtener un poco de drama, pero a menudo se lleva grandes decepciones al ver meras repeticiones de los contenidos de sus programas de espectáculos. Es el juez de jueces, el hombre poderoso que siempre había deseado; sentado es su trono - que no es más que un sillón carcomido por el gato que un día tuvo hasta que dejo de darle de comer - y su helado cual corona.
Un día Juan intento aparecer en esa ventana, esa pantalla que enseña el mundo (como dice él). Apuntó un número telefónico e hizo un par de llamadas para que alguien viniese a retratar la miseria en la que habita (“Para hacernos saber cuanto sabes de nuestras estrellas” decían ellos). Para su gran sorpresa, salio ganador. Y ese día, con las camionetas con los logotipos de la televisora y las cámaras y los cables y un “famoso”, Juan fue la persona más importante de la colonia, ahora él era parte de esa ventana al mundo. En un momento de descanso, justo antes de que todos se marcharan, alguien tomo esa foto. La de Juan, semidesnudo, tirado en un su sillón. La fama término ahí, en un par de días volvió a encerrarse en su mundo. Nadie volvió a dirigirle la palabra, su sueño de popularidad había sido arrebatado por el tiempo y el infortunio. Hoy, simplemente es la imagen que más capta la atención en un bar como parte de una “curiosidad” que viaja por la red. ¡Que mejor!
Aunque ya viéndola bien, en realidad no parece mexicano. Se ve bastante güerito.
2 comentarios:
ESPERO QUE EN TU EXPOSICIÒN TE HAYA IDO MUY BIEN, ADEMAS DE SER UN CABALLERO, ERES FOTOGRAFO Y UN ESCRITO INATO, DEFINITIVAMENTE DEBES SER EL HOMBRE PERFECTO, LASTIMA QUE SEAS UN BORRACHO, PERO NO ME IMPORTA MIENTRAS ME SIGAS SIENDO FIEL EN CUERPO Y ALMA, LO DEMAS ESTA DE MAS. TE MANDO UN GRAN BESO Y MI AMOR INCONDICIONAL.
...En fin... (un suspiro mientras me lamento por leer comentarios desagradables y estúpidos)
Que de razón hay en aquella frase que dice... es imposible tanta felicidad... eso no logró recordar Juan, embelezado por la felicidad televisiva dejó la realidad humana... un buen tema en tus líneas, sin duda ha sido ya un tópico gastado en clases pero jamás agotado...
Exelente relato de una ficción (ja!)
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