EL BOLSILLO IZQUIERDO
Lo prometido es deuda, he aquí mí relato sobre aquel que se nos adelanto y me ganó a la temática trillada del día del amor y la amistad. Bien pudo haber sido una especie de santo en el medio oriente, pero ya nos conocemos, formamos y formaremos siempe parte de esta atípica sociedad que ante todo, está muy adelantada en lo que desea estar adelantada, claro está.
UNA SORPRESITA.
Entre mis allegados y yo hemos debatido y polemizado sobre este funesto asunto de la bomba y el bombeado (bombardeado o explotado) – como siempre, con el humor más negro posible. Alguno de estos buenos amigos, simplemente se encargó de gritar un efusivo – y por tanto hilarante – “zambombazo” en unos de esos instantes de silencio otorgado por una decadencia en la frescura del tema; por ende las risas y carcajadas de un grupúsculo de inadaptados sociales que pasan las noches en vela observando películas manieristas y escuchando un añejo rock de finales de los 60, fueron largas; creyendo, claro, encontrar humor en todo lo que la cultura pop retro nos trae de recuerdo – cualquier cosa que nos lleve de paseo a aquellos años mozos en que posiblemente aún se creería que algunos de nosotros lograría algo decoroso y rescatable de su vida. Hoy, sólo nos reímos, ¿qué más podemos hacer? Yo no quiero salvar el planeta, creo en la justicia.
Entonces, claro, el zambombazo nos llevo a otro tema y nos olvidamos un poco del occiso; vencimos de nueva cuenta a la muerte, que se sirvió su primer trago de la noche y nos dejo concluir la vida en paz – la vida del día mientras sosegadamente aspiraba retazos de nuestros suspiros en total espera. Pero lejos de la fantasiosa victoria ante la adversidad del tiempo y entre el olvido de aquel que murió por errores y cero convicciones, el grito exagerado de uno de los del clan nos trajo el amargo recuerdo de los vivos, de los que contornean el paraje social, dígase con otra manía, nos acordamos y avergonzamos por aquel otro ser, inventor de dicho argumento reflejo de nuestro pobre e ignominiosos sistema educativo. Da vergüenza por el asunto de que este tipo de personas sean parte del resultado, se acomoden en las esferas mediáticas, y además de todo el show, eduquen de igual forma a los que se quedaron en el camino. Con razón no podemos hacer ni siquiera una bomba que detoné a tiempo – ahora entiendo el milenario chiste del relojero mexicano (¿o era simplemente relojero?).
Debatido, pues, está el asunto de este nuevo y futuro protagonista de nuestros efímeros y escuetos relatos que osamos leernos cuando las neuronas ya están soñando con una vida en otro cerebro. Repasamos varias notas de los diarios, varios balazos, varios titulares y varios gráficos donde se exponía la falta de preparación de este grupo de revolucionarios. Esa disciplina por la que siempre me han considerado un loco, ese estigma nacional de la dejadez, de la aturdida responsabilidad de hacer las cosas bien, no lo mejor posible, de la eficiencia no de la intención. ¿Qué nadie se ha dado cuenta del terrible daño que nos han causado los refranes de sumisión, obediencia y acatamiento? Olvidémonos de los buenos pensamientos y aterricemos las ideas pensando en un mejor presente, ya el futuro llegará cuando tenga que llegar, para que lo esperamos si sabemos que está escondido en aquella esquina dónde creemos que el drogadicto nos ve de mala manera cuando ni siquiera puede ver ya. ¿Cuál es el susto?, ¿Qué no podemos ni siquiera matar eficientemente?
Admito que lo que más me divirtio entre todo este deambular de diarios, fue el factor de los gráficos, pues ahora podemos observar con muñequitos la ignorancia de otros – recuerdo cuando esa era sólo una broma que creía jamás tomaría vida, en fin, supongo que hemos defraudado más que eso.
Bien, el asunto es claro, una personas está muerta por el irónico caso de querer matar a otra. Por estos lares nos trae reminiscencias de otras partes del mundo, pero como que la imagen no es la misma, se nota aún la virginidad y pureza (vil barbarie cultural) de la exagerada maldad con que se quieren poner las cosas por aquí. Al fin, alguien deberá lograrlo ¿no? Aunque posiblemente enfrentemos de nuevo las leyes naturales y todos salgamos perdiendo, que mejor. Nos vemos después del Sr. Dylan.
Lo prometido es deuda, he aquí mí relato sobre aquel que se nos adelanto y me ganó a la temática trillada del día del amor y la amistad. Bien pudo haber sido una especie de santo en el medio oriente, pero ya nos conocemos, formamos y formaremos siempe parte de esta atípica sociedad que ante todo, está muy adelantada en lo que desea estar adelantada, claro está.
UNA SORPRESITA.
Entre mis allegados y yo hemos debatido y polemizado sobre este funesto asunto de la bomba y el bombeado (bombardeado o explotado) – como siempre, con el humor más negro posible. Alguno de estos buenos amigos, simplemente se encargó de gritar un efusivo – y por tanto hilarante – “zambombazo” en unos de esos instantes de silencio otorgado por una decadencia en la frescura del tema; por ende las risas y carcajadas de un grupúsculo de inadaptados sociales que pasan las noches en vela observando películas manieristas y escuchando un añejo rock de finales de los 60, fueron largas; creyendo, claro, encontrar humor en todo lo que la cultura pop retro nos trae de recuerdo – cualquier cosa que nos lleve de paseo a aquellos años mozos en que posiblemente aún se creería que algunos de nosotros lograría algo decoroso y rescatable de su vida. Hoy, sólo nos reímos, ¿qué más podemos hacer? Yo no quiero salvar el planeta, creo en la justicia.
Entonces, claro, el zambombazo nos llevo a otro tema y nos olvidamos un poco del occiso; vencimos de nueva cuenta a la muerte, que se sirvió su primer trago de la noche y nos dejo concluir la vida en paz – la vida del día mientras sosegadamente aspiraba retazos de nuestros suspiros en total espera. Pero lejos de la fantasiosa victoria ante la adversidad del tiempo y entre el olvido de aquel que murió por errores y cero convicciones, el grito exagerado de uno de los del clan nos trajo el amargo recuerdo de los vivos, de los que contornean el paraje social, dígase con otra manía, nos acordamos y avergonzamos por aquel otro ser, inventor de dicho argumento reflejo de nuestro pobre e ignominiosos sistema educativo. Da vergüenza por el asunto de que este tipo de personas sean parte del resultado, se acomoden en las esferas mediáticas, y además de todo el show, eduquen de igual forma a los que se quedaron en el camino. Con razón no podemos hacer ni siquiera una bomba que detoné a tiempo – ahora entiendo el milenario chiste del relojero mexicano (¿o era simplemente relojero?).
Debatido, pues, está el asunto de este nuevo y futuro protagonista de nuestros efímeros y escuetos relatos que osamos leernos cuando las neuronas ya están soñando con una vida en otro cerebro. Repasamos varias notas de los diarios, varios balazos, varios titulares y varios gráficos donde se exponía la falta de preparación de este grupo de revolucionarios. Esa disciplina por la que siempre me han considerado un loco, ese estigma nacional de la dejadez, de la aturdida responsabilidad de hacer las cosas bien, no lo mejor posible, de la eficiencia no de la intención. ¿Qué nadie se ha dado cuenta del terrible daño que nos han causado los refranes de sumisión, obediencia y acatamiento? Olvidémonos de los buenos pensamientos y aterricemos las ideas pensando en un mejor presente, ya el futuro llegará cuando tenga que llegar, para que lo esperamos si sabemos que está escondido en aquella esquina dónde creemos que el drogadicto nos ve de mala manera cuando ni siquiera puede ver ya. ¿Cuál es el susto?, ¿Qué no podemos ni siquiera matar eficientemente?
Admito que lo que más me divirtio entre todo este deambular de diarios, fue el factor de los gráficos, pues ahora podemos observar con muñequitos la ignorancia de otros – recuerdo cuando esa era sólo una broma que creía jamás tomaría vida, en fin, supongo que hemos defraudado más que eso.
Bien, el asunto es claro, una personas está muerta por el irónico caso de querer matar a otra. Por estos lares nos trae reminiscencias de otras partes del mundo, pero como que la imagen no es la misma, se nota aún la virginidad y pureza (vil barbarie cultural) de la exagerada maldad con que se quieren poner las cosas por aquí. Al fin, alguien deberá lograrlo ¿no? Aunque posiblemente enfrentemos de nuevo las leyes naturales y todos salgamos perdiendo, que mejor. Nos vemos después del Sr. Dylan.