EL BOLSILLO IZQUIERDO
Siempre existe tela de donde recortar el material suficiente para contar historias, pero en esta ocasión decidí dejarlo atrás y relatar algo ya relatado a lo que hace algunos años ya me había también referido. La música en el cine y uno de mis compositores favoritos, que en estos días interpretará algunos de sus clásicos en nuestro país.
UNA TROMPETA.
El silbido del tren que se acerca a la distancia no puede significar otra cosa más que el hecho de que el duelo está próximo a realizarse. Tres hombres armados han tomado la estación, encerrado a su cuidador (un anciano de tierno rostro) y corrido a una indígena que se encontraba en el lugar, ¿para que otra cosa habrán ido sino es para encontrarse con alguien que ha de venir en ese tren que rompe la tensión bien lograda con su silbido?
Al parecer nadie ha llegado, una falsa alarma que se refleja en la segura (pero nerviosa) sonrisa del líder de estos tres maleantes del oeste, por lo menos hasta que esa harmónica empieza a sonar… El resto es historia, es pedazo de una ficción depositada a las páginas de las leyendas. Una harmónica que suena, tres miradas que voltean, unos ojos que responden, tres caballos en el fondo y un par de diálogos que se retan antes de los disparos que han de acabar con la vida de los malos… Una harmónica que suena y deja entrever el entramado de algo que contar.
El cine jamás ha optado por estar alejado de aquellas artes que lo auxilian para la creación del montaje que representa. La música nunca ha estado apartada de este, inclusive cuando se concebía como mudo (técnicamente), el arte sonoro estuvo presente; la historia no desmiente este factor. La música ha acompañado al cine a través de un siglo de historia, evolucionando de manera paralela a su propio perfeccionamiento para recrear de manera correcta un lenguaje que no le pertenecía del todo (hoy podemos dudar de eso). Intenta dar certeza a ese entramado de situaciones, a esas unidades narrativas que se conjeturan para la creación de un mensaje visual de calidad (aislemos de este rubro de aptitud, por favor, las menguantes y corrientes producciones televisivas de nuestro país).
La música forma parte de esa construcción del hecho fílmico, es parte del texto que lo constituye y no debe rebasarle, le corresponde un ligero encargo de humildad que ha de desaparecer al abandonar la imagen, la génesis por la cual fue creada. Dentro de los elementos que conforman el lenguaje cinematográfico, la música es la que más vida tiene de manera independiente.
Muchos músicos se han creado y han creado parte de esa historia del séptimo arte, muchos de ellos criticados por el incomprendido factor de la naturaleza de la música para el cine. El estilo forjado a través de composiciones que requieren de un leit motiv para amalgamar las situaciones diversas que al final forman parte de una misma puesta en escena. Se habla de constantes en los directores, en los autores que realizan este apreciado y pulcro oficio, ¿por qué no así de los músicos que literalmente los acompañan en el viaje (como cada cabeza de departamento)?
A partir de mañana, y por tres días, se presente en este país el afamado compositor Ennio Morricone para dar muestra de su trabajo, uno de los más extensos (sino el que el más) en la vida fílmica, un compositor de melodías entrañables y criticado por algunos. Un músico de cine como pocos, que con una sutileza y sencillez ha logrado sortear los retos que alrededor de 400 películas le han impuesto. Conducirá la orquesta para la cual ha arreglado los temas de sus composiciones más afamadas y hará lo imposible; nos transportará a imágenes que otros diseñaron pero que a través de su preciosísimo arte, capto, catapulto e inmortalizo. Nos hará ver una película sin que haya una tela blanca en el fondo, nos guiara de la mano sobre sus notas y veremos a donde nos lleva.
Cuando una leyenda de esta talla llega a nuestro país es de confort, es un respiro de tranquilidad ante tanta apatía desbordada, ante tanta mediocridad unida, ante todo ese hedor de costumbre que es nuestro cine nacional.
Mucho se podrá decir de este gran compositor, cosas positivas, cosas negativas. Mañana todo quedará demostrado y habremos guardado silencio con su voz.
Siempre existe tela de donde recortar el material suficiente para contar historias, pero en esta ocasión decidí dejarlo atrás y relatar algo ya relatado a lo que hace algunos años ya me había también referido. La música en el cine y uno de mis compositores favoritos, que en estos días interpretará algunos de sus clásicos en nuestro país.
UNA TROMPETA.
El silbido del tren que se acerca a la distancia no puede significar otra cosa más que el hecho de que el duelo está próximo a realizarse. Tres hombres armados han tomado la estación, encerrado a su cuidador (un anciano de tierno rostro) y corrido a una indígena que se encontraba en el lugar, ¿para que otra cosa habrán ido sino es para encontrarse con alguien que ha de venir en ese tren que rompe la tensión bien lograda con su silbido?
Al parecer nadie ha llegado, una falsa alarma que se refleja en la segura (pero nerviosa) sonrisa del líder de estos tres maleantes del oeste, por lo menos hasta que esa harmónica empieza a sonar… El resto es historia, es pedazo de una ficción depositada a las páginas de las leyendas. Una harmónica que suena, tres miradas que voltean, unos ojos que responden, tres caballos en el fondo y un par de diálogos que se retan antes de los disparos que han de acabar con la vida de los malos… Una harmónica que suena y deja entrever el entramado de algo que contar.
El cine jamás ha optado por estar alejado de aquellas artes que lo auxilian para la creación del montaje que representa. La música nunca ha estado apartada de este, inclusive cuando se concebía como mudo (técnicamente), el arte sonoro estuvo presente; la historia no desmiente este factor. La música ha acompañado al cine a través de un siglo de historia, evolucionando de manera paralela a su propio perfeccionamiento para recrear de manera correcta un lenguaje que no le pertenecía del todo (hoy podemos dudar de eso). Intenta dar certeza a ese entramado de situaciones, a esas unidades narrativas que se conjeturan para la creación de un mensaje visual de calidad (aislemos de este rubro de aptitud, por favor, las menguantes y corrientes producciones televisivas de nuestro país).
La música forma parte de esa construcción del hecho fílmico, es parte del texto que lo constituye y no debe rebasarle, le corresponde un ligero encargo de humildad que ha de desaparecer al abandonar la imagen, la génesis por la cual fue creada. Dentro de los elementos que conforman el lenguaje cinematográfico, la música es la que más vida tiene de manera independiente.
Muchos músicos se han creado y han creado parte de esa historia del séptimo arte, muchos de ellos criticados por el incomprendido factor de la naturaleza de la música para el cine. El estilo forjado a través de composiciones que requieren de un leit motiv para amalgamar las situaciones diversas que al final forman parte de una misma puesta en escena. Se habla de constantes en los directores, en los autores que realizan este apreciado y pulcro oficio, ¿por qué no así de los músicos que literalmente los acompañan en el viaje (como cada cabeza de departamento)?
A partir de mañana, y por tres días, se presente en este país el afamado compositor Ennio Morricone para dar muestra de su trabajo, uno de los más extensos (sino el que el más) en la vida fílmica, un compositor de melodías entrañables y criticado por algunos. Un músico de cine como pocos, que con una sutileza y sencillez ha logrado sortear los retos que alrededor de 400 películas le han impuesto. Conducirá la orquesta para la cual ha arreglado los temas de sus composiciones más afamadas y hará lo imposible; nos transportará a imágenes que otros diseñaron pero que a través de su preciosísimo arte, capto, catapulto e inmortalizo. Nos hará ver una película sin que haya una tela blanca en el fondo, nos guiara de la mano sobre sus notas y veremos a donde nos lleva.
Cuando una leyenda de esta talla llega a nuestro país es de confort, es un respiro de tranquilidad ante tanta apatía desbordada, ante tanta mediocridad unida, ante todo ese hedor de costumbre que es nuestro cine nacional.
Mucho se podrá decir de este gran compositor, cosas positivas, cosas negativas. Mañana todo quedará demostrado y habremos guardado silencio con su voz.