REDONDO.
The King's Speech
El Discurso del Rey (Tom Hooper, 2010)
En la parte final de John Adams (2008), Tom Hooper enmarcó claramente su versión de la vida del segundo presidente de Estados Unidos en la conflictiva amistad que tuvo durante un largo periodo de su actividad política con Thomas Jefferson. Elección que le trajo buenos dividendos y que al final, sin llegar a rozar el sentimentalismo, logró que la trama se volviese emotiva y hasta un poco enternecedora con los clásicos y tan gustados brillos de honor y orgullo que tanto ruborizan y encantan a los estadounidenses. Ahora bien, parece que la misma formula que tanto éxito le dio en la televisión, y que le otorgó algunos cuantos Golden Globes, ahora fue la que le hizo alzarse con el Oscar.
El Discurso del Rey, pues, no deja de tener los elementos base de aquella mini serie que tanto agrado obtuvo del público norteamericano (y mundial). Es una cinta realizada bajo las reglas mínimas y estrictas de un cine que opta por los premios más renombrados de la industria. No es un cine apegado a la eficacia y elegancia del cine clásico, pero tampoco puede decirse que está muy alejado de este. El gran acierto de este director, Hooper, está en dejar el peso medular de la cinta en un elemento que tanto agrada a los benefactores del cine como arte: la actuación. El cast, entonces, resulta –aunque sí un poco obvio– el ideal para la trama que con buenos ojos, no nos intenta adentrar dentro de los muros de la vida de la monarquía inglesa, sino dentro de las limitantes de un ser humano que debe, por cuasi obligación, afrontar un reto bajo la sombra de un pasado de tradición y tradiciones.
Al igual que con la miniserie que presentó sin tapujos ciertos momentos de la historia menos gloriosa de los estados Unidos, aquí podemos focalizar también como la unión de dos ideales que se conflictúan bajo una visión contextual –pero que casi-casi sin darse cuenta (¡vaya!, hay que darle un poco de romanticismo al asunto)– buscan en el fondo lo mismo, el bienestar social. Así que, como ya se mencionó, bajo el manto de una gama de buenos actores, la película se construye con una gran soltura y solvencia. No encontraremos, pues, ninguna osadía en cuanto a la construcción por parte de la dirección o bloques técnicos. La cinta está realizada bajo “el libro” y le cede todo el terreno al performance. Lo que, repito una vez más, le deja los mejores dividendos al director y su equipo.
Bajo el entramado a favor de la actividad histriónica, y haciendo un buen uso del humor (sobrio e inteligente), la cinta fluye y pocas son las ocasiones, casi nulas, de ver un enfrascamiento en ésta. Los tres personajes principales de la trama se regodean y se sienten cómodos durante todo el metraje y multiplican el drama en el que se planeó originalmente la película. Tom Hooper sale librado nuevamente y, conociendo los gustos clásicos de la Academia, era una apuesta ganada el decir que está cinta sería la que se llevaría la estatuilla. Al verla, las cosas se aclaran. Es entretenida, amena y disfrutable en su gran mayoría. No podemos regodearnos tampoco por completo de ella. Es una cita que agrada pero que no va más allá. Su camino está trazado y no se sale de el. Es justa y coherente.
Por otra parte, esta cinta nos demuestra el verdadero poder del cine. Alejados ya por unos cuantos años de aquella otra grata producción; “The Queen” (Frears, 2006) donde la misma familia (tan sólo una generación más adelante) no sale tan bien librada de la visión del director, esta se encamina más bien a denotar un estilo más austero y que al final acerca más que alejar. El cine, pues, se crea su realidad para fomentar sus historias al propósito necesitado. Al fin de cuentas, el chiste es emocionar a la gente.
El Discurso del Rey de Tom Hooper
Calificación: 3 de 5 (Buena)
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