Replicantes.

Replicantes.
España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

viernes, 29 de julio de 2011

Notas Irónicas Sobre Un Mundo Mexicanizado Pt. IV

NOTAS IRONICAS

SOBRE UN MUNDO MEXICANIZADO PT. IV

1.- A veces me pregunto si todas las esposas del mundo amarían más si se les comprarán todos los artículos femeninos que aparecen en los infomerciales televisivos de las madrugadas. A veces me cuestiono la ingenuidad.

2.- Es tan detallista mi psicólogo que le he sugerido que se vuelva dentista.

3.- Mis primeras citas siempre tienen cierto fervor incalculable y oculto como la de una populachera profecía maya.

4.- No es que quiera engañar a mis amantes –y mi esposa– pero como está la moral hoy en día… ¿Qué más se puede esperar?

5.- Si comparamos todas las veces que “seres mágicos e irreales” ingresan ilegalmente a nuestros hogares para dejarnos “exorbitantes” regalos bajo las promesas de envío, con todas las ocasiones en que reales personas invaden nuestros espacios para dejarnos sin algunas de nuestras más queridas pertenencias, la vida y la fantasía quedan bastante a deber. ¿Será esa a lo que llaman realidad?

6.- Nunca hago reservación en algún hotel hasta no saber si tienen un plan de contingencia para con gente como yo.

7.- Si al menos supiera lo que me hace sentir al ver sus fotografías, me pregunto si se cuestionaría alguna vez todos los siglos de progreso en la pintura.

8.- Un buen trago de licor lo cura todo, inclusive la memoria.

9.- El amor, como la mayoría de las cosas, se presenta en primera instancia con un lindo moño y un bello empaque que, lógicamente, es lo primero que se tira a la basura.

10.- No es que uno no quiera sentar cabeza. Lo que realmente sucede es que uno está peleado con la aventura.

Bonus: Me levanté esa mañana para poder abrazarme con el rocío que cae sobre mi ventana, pero a la madrugada se la había llevado el eclipse y me tuve que conformar con rascarme con el marco de mi nostálgica ceguera.

viernes, 22 de julio de 2011

Días de Blues


Días de Blues.
A. Güiris V.

Los Días de Blues habían terminado, o al menos nuestro hermano mayor nos lo dijo de esa manera ante un panorama nostálgico de incuria y llanto comprimido. Según él, en un pequeño entramado de la acera y una de las tantas cajas de cartón de la vendimia para la mudanza, habrían dejado sus restos. No obstante –lejos de un despido mudo– y aún frente a esa casa que a punto estaba de ser deshabitada en un soleado domingo, buscó entre sus viejos acetatos (que habrían de ser comprados por un coleccionista mayor) algo que colocar en el también rentable tocadiscos... Recuerdo muy bien que desempolvo un viejo álbum compilatorio que reunía viejos Blues y Countrys de antes de los 50s; en inglés rezaba un titulo un tanto pomposo, “The Roots Of Elvis”, que al final resultó en algo un tanto cierto. Lo limpió con sumo cuidado mediante un cepillo especializado por ambos lados y estudió las canciones detenidamente, colocó la cara A celosamente y comenzó a sonar aquella vieja melodía del 47: “Tomorrow Night” de “Lonnie Johnson”.

En realidad no sé que paso dentro de mi en aquel instante, nunca lo he podido descifrar del todo (apenas rebasaba yo los 11 años), pero cierta presión se agitó dentro de mi y, conquistado por mis sentimientos e instintos, salí corriendo de aquella casa que pronto debería acomodarse mejor en los recuerdos colectivos de mi familia que dentro de la acostumbrada cotidianeidad, rumbo al hogar que alguna vez fue de Mariana. En mi cabeza resonaban aquellas viejas notas, por mi mente sólo pasaba aquella acaecida frase:  “Tomorrow night, will it be just another memory, or just another lovely song thats in my heart to linger on?” Y entonces, cuando estuve frente a esas columnas desgastadas que daban la bienvenida a los transeúntes, que me dieron –a mi– la bienvenida en múltiples ocasiones, el corazón se me detuvo por un instante. La respiración se me contuvo y alcancé a escuchar, muy en lo profundo de mi ser –quizá en la boca del estomago, quizá un tanto más arriba– cantar a “Ivory Joe Hunter” su clásico “I Need You So”.

La casa estaba vacía, en ruinas de momentos; el descuido de seis años había hecho los suficientes estragos como para pensar en décadas. La recordé entonces, a ella, la recordé como siempre lo he hecho desde ese instante en que me decidí volver a mi casa y despedirme de todo aquello que había marcado los primeros años de mi vida. Hasta el día de hoy, si me soy sincero, aún me pregunto por qué nunca se despidió de mí en aquella ocasión, por qué simplemente se había marchado sin avisos ni detalles; alguna pista siquiera... Recuerdo haber salido la tarde anterior a la mudanza con ella y caminar por la plaza. En realidad, su compañía nunca había tenido tanto o algún significado hasta aquel día en que me vi, al igual que ella, a punto de dejarlo todo. Aún fresco en mi memoria está el instante en que todos nos subimos a la camioneta y vimos partir todo... Era como si permaneciéramos estáticos y todo lo demás, en realidad, se estuviera alejando. Era como permanecer y todo el resto se alejará de nosotros, como si nos diéramos la espalda mutuamente. 

En aquella ocasión mi hermano logró que mi padre pusiera una cinta de “Bob Dylan” en el estéreo del coche. “One Too Many Mornings” sonaba mientras las sombras de un pasado que siempre me ha perseguido comenzaban a formarse en mi regazo. “Quizás nos volvamos a encontrar”, me dije, “quizá por azares del destino vaya a su mismo sitio, a ese mismo lugar donde se encuentre ahora”, como ya había sucedido al principio de nuestros tiempos. ¿Qué tan difícil podría ser encontrarla?...

Y heme aquí, entonces, 32 años después de que inicié aquella búsqueda frente a su casa... Es una linda construcción con jardín y fachada forrada de madera. Las bancas que descansan a un costado de la puerta principal me indican que con los años sus gustos se tornaron rústicos; un perro se escucha ladrar en lo que ha de ser un extenso jardín trasero... Mientras me acercó por la hermosa vereda cubierta de flores y plantas que encamina a los visitantes, se me viene a la memoria aquella frase de mi hermano, fallecido ya hace tres años, de que los “Días de Blues habían terminado”. No puedo negar que lo pienso y me sonrojó, sonrió aún pensando en él, que tuvo una vida un tanto sufrida; sí, quizá los Días de Blues acabaron cuando nuestros padres decidieron que debiéramos irnos de aquel ya olvidado vecindario, que debíamos ver hacía adelante y en cierto aspecto mejorar... Pero heme aquí, sí, caminando hacía esa puerta donde he de preguntarme con la mirada porque aquellos días fueron los más especiales. Quizá, y sólo lo supongo, encuentre también las respuestas al porque aún cuando esos Blues, esas raíces, el dolor que entra a mi pecho es tan bien recibido que siempre quiero más, y más, y más. No lo sé, permítanme al menos llamar a la puerta.

viernes, 15 de julio de 2011

Vapor


Vapor.
A. Güiris V.

La neblina había caído sobre el muelle, haría no más de una hora del ocaso y la cansada línea ámbar del horizonte que, me supongo nos habrá convertido en un par de sombras durante algunas horas ante la mirada de los curiosos caminantes de la playa, ya había secado su agonía. 

Destapé otra de las botellas de vino e ingerí un gran sorbo mientras Sofía encendía el quinqué antiguo que había llevado por si oscurecía más temprano; era invierno y el frío nos quemaba un poco la piel. En ningún momento alguno de los dos intentó por acercarse más allá de lo que el irregular terreno nos había separado de manera natural. Ambos mirábamos hacía el mar, nuestras espaldas dadas a la entrada del pueblo. Para ese momento la neblina lo cubría todo y nos concentrábamos únicamente en el ritmo del oleaje… En algún momento sentí que ella volteaba a mirarme pausadamente, con cierta candidez en el atisbo visual. Yo, si soy sincero, cerré los ojos y recordé aquellos parajes casi desérticos en los que había crecido. 

Una pequeña brisa de viento, sentí, comenzaba a despeinarme pero no lo era, era su voz la que penetraba mansa y paulatinamente en mi oído. Me contaba, pues, una vieja historia de amor que se había suscitado en el muelle en un día de neblina como ese. No recuerdo a bien los detalles pero trataba más o menos de una anciana que en cierto momento se encontró desahuciada en el mismo muelle; éste en sus días dorados. Nada a su alrededor se veía y caminaba tambaleante por la orilla tratando de encontrar el borde y lanzarse al vacío de las frías aguas. No quería más vivir, no encontraba más sentido a todo lo que le quedaba por asumir en sus restantes años. No obstante, al tratar de encontrar ese filo que la llevaría a dar el último paso, se topó con un buque que por la neblina no se veía en lo absoluto. Ahí, si mal no recuerdo, entablaba conversación con un marino que se encontraba en mismas condiciones; agarrado simplemente por sus temblantes manos por la parte externa de la proa del barco. “Dos personas que querían morirse, dos…”, me dijo, “…dos personas que se enamoraron en ese instante sin siquiera mirarse a la cara. Sin siquiera conocerse jamás…” ­–el barco habría zarpado media hora después del encuentro– “…¿lo imaginas?”, me preguntó, “dos vidas que comenzaron de nuevo a sentir el palpitar de su corazón con el estruendo de las chimeneas de un barco mercantil, ¿lo imaginas?...” Entonces sí que me miró a los ojos y yo miré a los suyos. Nos observamos acaecidamente por un tiempo, instantes antes de que la neblina comenzará a borrarnos de nuestro campo visual. Me acerqué, pues, lentamente a su espacio y con mi aliento casi helado apague el quinqué. Le pedí que me tomará de la mano y lo hizo. Ambos nos levantamos. No nos podíamos del todo mirar, sólo sentir, pero juntos bajamos la vereda al ritmo del océano rumbo al muelle, rumbo a lo atemporal y desconocido. Éramos jóvenes y pronto envejeceríamos.

viernes, 8 de julio de 2011

Lake Tahoe

REDONDO.

Lake Tahoe

Lake Tahoe (Fernando Eimbcke, 2008)

Ya para su parte final, “Lake Tahoe”, más que explotar, implosiona dentro de tres secuencias claves en cuyo personaje principal se une –a diversos niveles– con el resto de los personajes centrales de la trama. En dichas secuencias, pues, se propone un clímax tan interno como personal resulta en realidad el filme.

No podemos ahogarnos con ataduras clasicistas al acércanos a este tipo de cine, obviamente estamos frente a una película con aires que intentan mostrarse de una manera por completo diferente, y con un apego pleno al cine de autor. Es lógico, su director, que comenzó su carrera con cortometrajes que se inclinaban puramente en la comedía y la ironía nacional, se ha acercado al proceso del largometraje con una sobria intención de dar un salto ante una realidad social catárticamente figurada frente a un –también– humor de detalles y mucho menos gráfico.

Con una apuesta lo suficientemente valiente en cuanto a tono, hechura, historia y tiempo, Eimbcke nos presenta ésta su segunda película –después de una bien recibida “Temporada de Patos” (2004)– dentro de un marco simplista, con intentos de un barroco estilísticamente influenciado por el folclor de los pueblos áridos del sur del país, y a su vez, el minimalismo de esos parajes en cuanto a su estado natural. Es una historia interna, sin muchos cambios, que se nos presenta como un amorfo laberinto que lentamente comienza a detallarse pero nunca a exteriorizarse si quiera como una silueta. Con una fotografía sencilla, casi por completo natural, un manejo de planos por demás humilde, un arte tomado de la realidad y una dirección de actores por lo más particular, la trama se construye de manera honesta, mansa y repito, de manera muy personal.

Es un cine pensado para enseñarse ante foros muy particulares, diferente, condicionalmente más inclinado a una visión interna. De sobra está decir que este tipo de cintas se acerca más a los cuestionamientos éticos, morales y personales del realizador. No es una cinta tan fácil de ver para el espectador común; acostumbrado al cine lastimeramente más convencional en las salas nacionales. Es un recuento de influencias, sí, un balance de gustos e ideas. Una trama que poco cuenta pero explota e intenta desgastar emocionalmente a sus personajes con un claro propósito de catapultar el devenir de ciertas regiones del país. Es una pequeña postal de cualquier región del país. ¿Qué podemos decir?, somos una nación con poca memoria y con mucho déficit de atención.

“Lake Tahoe” se nos presenta, pues, para refrescar un poco los estilos de cine que se muestran o intentan mostrar a los niveles más pulcros del arte. No es para nada una cinta que vendrá a suponer un cambio al cine “comercial” (si es que existe) del país. Y la verdad, no es que lo queramos del todo. Hay que aplaudir, yo aplaudo, que aún se puedan afrontar proyectos de esta índole. Que aún se puedan explotar y mostrar. Que aún exista un cine emocionalmente más integro dentro de las generaciones de cineastas que tenemos en el país, pero sobre todo, que aún hablan de el. Lamentablemente no se interna dentro del espectador tanto como dentro de si misma.

Lake Tahoe de Fernando Eimbcke

Calificación: 3 de 5 (Buena a secas)

viernes, 1 de julio de 2011

Biografias del Rockero Desconocido Vol. VI

Biografías del

Rockero Desconocido VI.


VI.- Jacobo Weinstein Arbeu (1949 - )

Hijo de un ingeniero civil y una antropóloga, Jacobo Weinstein, “La Mirada Judía”, se interesó por las actividades artísticas desde muy pequeño debido a la influencia de sus hermanos mayores, los cuales se dedicaban a la ciencia y veían al arte como una subterfugio. Educado desde niño al piano, dedicó gran parte de su infancia y adolescencia a dicho instrumento consolidándose como una futura promesa a sus 11 años. Poca conocida, entonces, es la historia de que a sus 15, poco antes de dejar el ámbito musical como ejecutante y adentrarse a lo que su legado finalmente sería, tuvo una pequeña banda. Esta agrupación llevaba el nombre de “Planeta Planetaria” y dedicaba sus esfuerzos a emular el Rock Progresivo de finales de los 60s y principios de los 70s. La “carrera” de dicha agrupación, lógicamente, fue breve –casi dos años– ya que en el transcurso de esta, Jacobo, ya conocido únicamente como “El Jacob” conoció su verdadera pasión: la fotografía.

Instruido por el maestro “Raúl Rangel Mora”, y acercado a esta disciplina por un regalo que le hiciera una antiguo amor, “El Jacob” relegó en poco tiempo el piano, abandonó su banda, “Planeta Planetaria” –que después se convertiría en “Phi” al integrarse “Ricardo Cadena Martínez”– y se brindó por completo a la “escritura con luz”. Sus primero años como fotógrafo amateur fueron difíciles debido a la presión de familiares y conocidos para que continuara su carrera como pianista. No obstante, su terca personalidad le hizo resistir y al poco tiempo huyó al extranjero donde vivió un buen número de años sin que nadie supiera algo de él. De dicho periodo se dicen muchas cosas: que vivió como vagabundo, que fue fotógrafo de guerra, que sus padres le pagaron sus estudios en una afamada institución, que se unió a cierto movimiento cultural revolucionario, que estuvo perdido en el alcohol y las drogas, que vivió como hippie, etcétera… En realidad, nunca se ha sabido a ciencia cierta lo que sucedió en dichos años, él mismo ha decidido guardar silencio sobre el asunto.

Después de finalizado el auto-exilio, Jacobo Weinstein regreso con severos brios y una técnica y táctica refinada para con las artes fotográficas. Su trabajo era de una calidad sobresaliente y se dedicó de inmediato a retratar a las bandas que en ese momento dominaban el submercado del territorio nacional y latino/internacional, así como sus giras y grabaciones de estudio. “La Revolución de Emiliano Zapata”, “Días de Blues”, “Manal”, Arco Iris”, “El Personal”, “Vox Dei”, “Los Jockers” y hasta los inicios de “Dangerous Rythm” “Las Insólitas Imágenes de Aurora” y “La Maldita” son algunas de los grupos que tuvo a bien retratar para hacer una colección hoy histórica para todo el continente. Su trabajo ha sido expuesto en diversas aulas y salas por todo el mundo, sobre todo en Europa (España, Francia, Inglaterra, Portugal, Italia y Rusia), Estados Unidos, Chile, Argentina, Marruecos, Japón, y más.

En el presente ha decidido dejar de lado un poco el asunto del retrato musical, como él bien lo ha llamado, por razones personales (en varias entrevistas ha manifestado que el rock latino actual se le hace de paupérrima calidad), como también declinado a retratar a bandas del extranjero, sobre todo de los Estados Unidos e Inglaterra. Actualmente sus actividades se centran en el paisajismo. En los últimos años el cosquilleo de la música le surgió de nueva cuenta a partir de la colaboración con su amigo cineasta “Rafael Sandoval”, el cual le pidió tocar el piano en una de las piezas de su más reciente película “Espinas Atadas” (2009). Han sido, pues, más que recurrentes, sus apariciones como músico invitado en diversos proyectos, sobre todo de jazz.

Para principios del año entrante se espera el estreno de su nueva exposición, así como un libro que compila sus mejores fotos sobre las bandas del rock latino. Aún no se conoce el titulo de dichos proyectos ni la fecha exacta para sus lanzamientos.

Artistas Favoritos: “Yezda Urfa” & “Exmagma”

Canciones Favoritas: “Cat Food” & “3, Almost 4, 6 Yea”