Peter Gabriel & The New Blood Orchestra. Palacio De Los Deportes. México. 2011.
23/Nov./2011
Ataviado con los años; abrazado de las experiencias y los cansancios que estos dejan a través de los caminos y las rutas que uno va forjando, Peter Gabriel apareció de la manera más sutil y humilde a un escenario que prontamente lo arroparía como las tradiciones lo marcan –y tatúan– ante los artistas que cuentan con una trayectoria tan basta, original y diversa como la suya. Al fin y al cabo, después de introducir brevemente a “Jessica Hoop” y “Rosie Doonan”, las cuales fungirían como sus coristas posterior a interpretar una canción cada una, la más que emotiva velada era tan sólo un enigma revelado brevemente a voces, reseñas y videos de celular en un mundo que, como bien circundaría el mensaje del concierto, ahora tiene la posibilidad de mostrar para observar, ser observado y revelar (denunciar). No obstante, lejos de ese conocimiento previo que pudieron consumir algunos de los asistentes, se puede asegurar que nadie en esa sala estaba realmente preparado para la gama de inquietantes emociones que tenía reservado un show pulcramente diseñado y llevado a cabo ante la cada vez más atónita mirada de los 8,000 espectadores que se dieron cita.
Ante el silencio dejado por las bellas melodías Folk de las coristas, los “Heroes” de Bowie; pieza fundamental del disco que comenzó esta alegórica y minimalista puesta en escena de las remembranzas musicales, originó el primer ataque a cercar los limites del onírico vértigo en el que nos iríamos sumergiendo entre narraciones previas a las experiencias audiovisuales. Las historias, pues, se fueron sucediendo. Un primer trayecto que encrespó los sentidos del auditorio: torturas con el siempre inerte nostálgico sazón de la libertad; “Wallflower”, temores universales ante la inevitable naturaleza del hombre y la propia naturaleza en si; “Après Moi” (cover de Regina Spektor) y los importunos comunes de una vida social o sensitiva “Intruder”… Fue, pues, que al termino de esta pesadillesca y oscura primera impresión en nuestras mentes y cuerpos, el otrora líder de “Genesis” deleitó a la noche con un viaje tribal y astral: “San Jacinto”, y ante los ojos enormes ojos de un Coyote que asomaba por encima de la orquesta, los presentes sintieron el placer de viajar por un desierto mental ante las pruebas de una tradición milenaria como lo son los de la cultura Indioamericana. Terminado, pues, el éxodo, los tambores resonaron ante las pantallas que por vez primera combinaban colores claros para apaciguar el nervio y dejar a la comodidad asentarse mediante la reflexión y cuestionamiento de dónde hemos escondido al amor; “Secret World”.
Con un breve descanso y giro de ritmo, Peter Gabriel compartió entonces el lazo que lo une y unirá perennemente a su padre. “Father, Son” comenzó y concluyó con imágenes de la convivencia de ambos –pietaje del video oficial de la misma canción–, momento que remangó los corazones y respiros de más de uno, preparando el escenario para asumir el encargó que desde hace años, el también compositor de varias bandas sonoras, ha tomado con ambas manos: evidenciar la injusticia; “Signal To Noise”. Dado el discurso central de su estilo de vida, la libertad se presentó claramente en un bello cielo infinito que iluminó tanto las paredes del recinto como los rostros de los asistentes; “Downside Up”, al igual que el exhorto; “Digging In The Dirt” para dar paso al anecdotario, primero con cierto tenor a la poesía dotada de angustia y fuerza en un bello tributo a la poetisa estadounidense “Ann Sexton” con “Mercy Street”, y luego inspirarnos en la visión de “Carl Jung” sobre una danza nativa de Sudán; ”Rythm Of The Heat”.
Para emprender, entonces, el último tercio del concierto, la naturaleza nos advirtió de su deterioró; “Red Rain”, los recuerdos y sueños de la infancia del interpreté se mezclaron; “Solsbury Hill” y se recordó nuevamente la injusticia –ahora en Sudáfrica– por parte de uno de lo más emblemáticos activistas anti-apartheid asesinados a finales de los 70, “Biko”. El final estaba cerca, la presentación de la orquesta lo anunciaba a la vez que levantaba los aplausos y silbidos. Era cierto, la velada comenzaba a despedirse. Las luces lentamente extinguieron su brillo dejándonos ante la oscuridad por minutos; minutos de penumbra que se vencieron ante los colores más vivaces que se dieron paso al inició de los temas del único encore: Amor, “In Your Eyes”, Esperanza, “Don't Give Up” y el Hogar “The Nest That Sailed The Sky” para culminar el sueño, para ir a cama a dormir –como bien nos despidió el artista– y terminar la noche abrazados de las más emotivas visiones...
Fue lo suficientemente claro, después de aproximadamente dos horas de concierto, que la vieja escuela es la que mejor utiliza los avances tecnológicos para redondear sus conceptos, mezclar sus ideas y elementos de mundo. Igualmente que Peter Gabriel no cede un paso a los tiempos y evoluciona sin caer en los clichés de industria… Fue así, entonces, que después de habitar pesadillas y fantasías, el horizonte onírico se desnudo nocturnamente a la salida de la estancia de un hermoso y, sobre todo, gran concierto de experiencias atemporales. Algunos lo vivimos, sí, y puedo decir, por ellos, que la música que ingresó a nuestro brío y aliento, veloz y poderosamente nos drenó, llenándonos castamente de Sangre Nueva. Y en realidad, sin más, así fue.
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