Replicantes.

Replicantes.
España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

lunes, 3 de marzo de 2008

Zimmerman

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Para esta ocasión, mí texto hace referencia a uno de esos interpretes (de severas maneras de expresión) que más me han tocado. Al igual que otros tantos entre los que destacaría – personalmente – a Neil Young y Leonard Cohen, por ejemplo, rindo tributo a aquel que ya ha tenido lo suficiente de estos agradecimientos. No obstante, oficializo el mío.

ZIMMERMAN.

Entre tantas frases que el en ocasiones sobrevalorado, en otras tantas subvalorado Bob Dylan dijera en su todavía fresca carrera, me agrada aquella que dice que “La muerte no llama a la puerta. Está ahí, presente en la mañana cuando te despiertas”. Supongo que la dijo de joven (o más joven de lo que en el presente representa) y que no la ha recordar con mucho ahínco, pues aunque demuestre lo demostrado en su última gira, las fotos indican a un hombre de edad que románticamente aún puede dialogar con su ego como en aquellos años en que comenzó a ser la voz (y no vocero) de una generación hoy ya casi desaparecida – u oculta – que renace con los preeminentes latigazos de aquellos que la conformaron, y que muy a lo que la concordancia indicase, habemos muchos que nos refugiamos de manera escueta con el fin de encontrar un pedazo de esa magia nada pasajera, como en estas nuevas representaciones risibles y fallidas de lo que antes indicaba un discurso o por lo menos un grito más acorde a los deseos. Lejos de alejarse en el tiempo a nuevas generaciones, suelen siempre inscribir a unos cuantos cientos que hacen pertinente el osado factor de la inmortalidad.
Bob Dylan, un individuo atroz para con la humildad; cantante, poeta, escritor, leyenda viviente, arquetipo de mito de los 60s y uno que otro adjetivo que se le quiera agregar, se presentó en nuestro país cortando de tajo – ante los aproximadamente 20 mil incrédulos que tuvimos la fortuna de asistir – la industria musical de estos tiempos. Durante dos horas dio una pequeña muestra de una gran y respetable escuela de lo que puede ser una noche de música a la vez fina, a la vez respetada, degustable, encantadora, sentimental, rebelde, sencilla (en su ejecución, pues no creo que algo que toque, hable o interprete Dylan sea sencillo), honesta, poética e inmortal. Bien nos dio una muestra de aquello que llamamos Rock en toda la extensión de la palabra. Muchos en el foro regresaron a aquellos años que otros tantos envidiamos, algunos quisimos sentirnos parte de ellos y algunos otros tuvieron sus primeros vistazos a una generación que nunca ha sido mejor descrita que por este señor que no sé como – ni creo que él – siempre logra ser participe y reflexivo para con nuevos cuestionamientos.
Bob Dylan vino y no se llevo el corazón de los mexicanos, no es de esa clase de artistas que vienen en parte a tratar de sentirse bien consigo mismos, simplemente atrajo nuestra atención mientras ni siquiera le paso por la mente el voltearnos a mirar y se llevo parte de nuestra admiración, nos dio una bofetada de buen gusto al dedicarse de lleno a eso para lo que arribo a este país, a hacernos sentir su música. Destrozo los estilos de algunos de sus más grandes éxitos y nos brindó una velada elegante y distinguida de Blues. Luego, se retiro sin decir nada y nos dejo con ganas de más. ¿Cuántas canciones debe tocar un hombre para complacer a un público desprovisto de figuras de su talla en la industria nacional?
El rock no ha muerto, siempre me ha molestado y siempre me ha de molestar esa ignorante frase donde se afirma lo contrario. Sinceramente me importa poco que en estas nuevas generaciones de intérpretes y de bandas vanagloriadas por crear un cerco con sus fanáticos en base a una pobre ejecución de los dotes característicos del arte musical (tanto en el factor de pobreza técnica, como de la exacerbada moda – ya un poco más olvidada – de tocar cuantas notas sean posibles por segundo creando una ficticia imposibilidad y fantasía de virtuosismo) lo crean por las razones de que en su vida lo han conocido y/o experimentado realmente. Dylan bien puede ser una efigie que estudiar, es un individuo caracterizado por su mando fuerte y un tanto de prepotencia, ¿qué no es lo que quieren indicar con su discurso de un rock fragmentado por la falta de raíz, por la falta de historia, de estudio y honores a los que escribieron sobre esas hojas en blanco y luego lo fueron reformando? El rock no ha muerto, para algunos no nació. Dylan nos lo hizo ver.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hoy no tengo el contexto suficiente para comentar... sin embargo, me parece que Dylan es muy bueno... que gusto que México no se prive aún de tenerlo por acá... seguro fue un deleite para ustedes que gustan de él...

¡Excelentes Líneas!