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viernes, 21 de enero de 2011

Biografias del Rockero Desconocido Vol. I

Estimados lectores, o no lectores, da igual. Este día ESTRENAMOS una sección que será recurrente en el presente año, y quizá los consiguientes (sino es que nos aburrimos antes) donde rendimos tributo a un género musical que tantos adeptos tiene: El rock. La sección, pues, intentará retratar la vida de personajes ficticios cuya vida ha circulado alrededor de esta música. Algunos de ellos, en este universo, son afamados (en ciertos sector de la sociedad) y otros tantos tan sólo son entes normales como ustedes o como yo, que quizá nunca veremos nuestros nombres nunca adornar la marquesina de alguna edificación (humilde o de lujo). Son relatos adornados del sazón del rock. Vidas inventadas (pero que caen en cierta parte de realidad) que retratan en inmenso universo de este género. Con el tiempo, obvio, se ira detallando el entramado de un mundo que se sumerge desde el Rock Urbano nacional, hasta las Leyendas más grandes y famosas de un estilo de vida que nos ha ido dejando con los años, placeres insospechados y cicatrices frescas de una guerra que jamás se perderá. He aquí, pues, la nueva sección de este blog: “Biografías del Rockero Desconocido.”


Biografías del

Rockero Desconocido I.


I.- Javier Eduardo Gómez Saldaña (1974 - )

El afamado escritor urbano, autor de novelas como “Las notas escondidas del Parque Hundido” y “ Las Ventanas de la vecindad” nació en la ciudad de México. Educado en el núcleo de una familia de clase media mexicana, y siendo el tercer y último hijo de un ingeniero civil y una ama de casa notablemente adicta a las novelas de cierta televisora nacional (afición por la que obtuvo su onomástico), sus primeras incursiones en el mundo de la música fueron por parte de sus hermanos mayores, Raúl Ricardo (el primogénito) que escuchaba la radio local junto a todos sus éxitos comerciales (Camilo Sesto, Miguel Gallardo y el incipiente nacimiento de una futura estrella: Miguel Bose) y de Armanda Sofía –su hermana más cercana– la cual se inclinaba en esos años por el poco rock en inglés que podía obtener de manera un tanto clandestina en los barrios céntricos de la capital (Rush, Van Halen, Aerosmith y Kiss). No fue sino hasta los primeros años de la década de los 90s; cuando cursaba la preparatoria, que se dio cuenta de su verdadera vocación dentro del mundo de la melomanía. Al asistir a un par de “toquines” (como suele nombrar él en sus columnas) en la sala “Rockotitlan” por invitación de un amigo suyo de la infancia (el legendario guitarrista “Armando Sayago Beltrán”) y presenciar los inicios de bandas como “La Cuca” y “La Lupita” fue que su vida cambio para siempre.

Sin permiso de sus padres (huyendo de su casa posteriormente a la edad de 18 años), Javier Eduardo se alejo de los estudios para dedicarse a asistir a las salas de concierto donde toda una generación de rockeros nacionales germinaron rápidamente. Fue así que junto a bandas como Santa Sabina, Romántico Desliz, Tijuana No y demás de la carpeta de Discos Culebra, su prolífica carrera como critico de la escena del Rock en español nació y se desarrolló. Primeramente redactando crónicas sobre los shows en vivo a los que asistía y posteriormente como censor de la calidad de producciones que salían en el mercado. Sus textos, que comenzaron a hacerse populares en el tianguis cultural del Chopo, no sólo fueron bien recibidos por la audiencia local, sino que en base a éstos, grupos como “Las Castañeda”, “Los Amantes de Lola” y hasta “Los Héroes del Silencio” se auxiliaron para sus incursiones en el mercado nacional. Sus andanzas líricas, pues, han sido parte de diversas revistas; tanto publicaciones independientes como de talle internacional en las que cabe resaltar: “Laberinto”, “Metal-Ico Rock”, “Erre”, “Zumbido” y hasta el semanario cultural del afamado poeta Alberto Castro de León “Tahur”. Sus reseñas de conciertos han sido incluso traducidas al inglés y han formado parte de las otroras prestigiosas paginas de la “Rolling Stone.”

No obstante, siendo Javier Eduardo un narrador nato, su incansable imaginario ha dado más al mundo literario que sus afamadas crónicas musicales (las cuales hoy por hoy ya acaparan más géneros como el Blues y el Jazz; todo de hechura nacional). Su estilo ecléctico y su excelso uso de la primera persona y la metáfora han abordado también la ficción y ha publicado, a la fecha, dos libros de cuentos (“La Botarga” e “Himnos nacionales”) y cinco novelas, siendo su tercera “Las notas escondidas del Parque Hundido” la más exitosa tanto en cifras como en criticas al obtener el premio Herralde de novela en el año 2006.

Amante incansable del rock hecho en México y el Distrito Federal, hay quien dice que Javier Eduardo ha sido, en parte, lo que “Norman Granz” fue para el jazz en las décadas de los 40s y 50s. Un incansable soldado para el bien del género, una inagotable voz que lo ha hecho trascender a otros países sin haber formado parte, jamás, de alguna agrupación musical.

En la actualidad, Javier Eduardo ha mantenido fresca su pluma y su carrera. Dentro de pocas semanas saldrá a la luz su última novela “Callejones sin fronteras”, así como su editorial ha anunciado ya que pronto verá la luz el primer volumen de una obra que compilará su trabajo como cronista y critico, lo que ha sido una refrescante noticia para todos sus adeptos que lo han pedido por años. Esta colección, pues, llevará el nombre de “Bola” y se espera que salga a finales de este año. No obstante, sus proyectos a futuro no sólo permean terrenos conocidos sino que lo llevarán a pisar territorios ajenos a su campo habitual; como lo es el cine. Se ha confirmado ya su participación como guionista de la nueva película de Daniel Gruener “Cofradias” en lo que se espera sea la contraparte nacional del éxito estadounidense “Almost Famous” (Crowe, 2000). Y la música, la que en parte le ha dado tanto, también en está entre sus planes al anunciarse como productor, en conjunto al maravilloso “Misael Hernández” del disco debut de la banda de su hijastro: “Cajún.”

En tiempos presentes, se le puede encontrar en su vivienda en Tlalpan, junto a su esposa, la cual espera el primer hijo de ambos como pareja.

Para quienes no conocen del todo su obra, he aquí un fragmento de su cuento “Somnífero Delirio” que se puede encontrar en su libro “Himnos Nacionales” (Edit. Pachuca):

“…había llegado el momento de cruzar caminos, o palabras; que en ese instante daba casi lo mismo. Me encontraba a un costado de la puerta trasera y mi mano se posaba sobre el seguro como la luna ejerce su fuerza para crear la marea. Sudaba frío como un hielo debe sudar calor. Ella me veía de una manera tan demoníaca como aparatosamente sexual –quizá sea cierto eso de los cartones animados y dentro de su visión yo tenía la figura de su postre favorito, o quizá la de la pajilla de esos martinis que antes había bebido con tan susceptible jolgorio… ¡Por dios!, como decirle, después de tantos años de perseguirla como un sonámbulo aspira a convertirse en aire, que no podía saciarla; no como ella esperaba y quería, no ese día. No ese día. Cómo hacer entrar en razón a la libido (de ambos), cómo hacerle saber que no había contado, yo, con tal pequeño desperfecto al que la doctora Ceballos le daba un periodo de vida no mayor a 15 días. Debo admitir que me vine a menos, me sentía un poco menos que poco hombre mientras mis sentidos auditivos se incrementaban. Su disco en vivo de Dave Matthews junto a Tim Reynolds no ayudaba mucho, así que le dije entonces, entre mis nervios, si podíamos cambiar un poco el estilo y de tajo rompí el encanto de su disco para sintonizar algo ameno en la radio. Después de no encontrar nada más que presuntas programaciones románticas o “lounge” (como odio ese termino) en las estaciones de FM, me pase a la amplitud modulada donde por azares del destino me encontré con el inicio de “Cenit” de “La Castañeda…” y rápidamente nos vimos a los ojos. Algunos se han de imaginar el resto, algunos otros no. Puedo asegurarles a ambos que fue el mejor momento de la noche. ¿Saben lo que es cantar tan desesperadamente amor sobre una canción que se jacta a gritos de un orgasmo? Créanme, créanme que al terminar de escucharla en ese sonido gris monoaural dentro su Valiant rojo ocre, nada podía destrozar la noche. Nos fuimos a mi casa y dormimos como bebes. Nada más y nada menos.”


Grupos Favoritos: “La Castañeda” y “Santa Sabina”

Canciones Favoritas: “Transfusión”, “Miedo” y “El Ombligo De La Luna”