Replicantes.

Replicantes.
España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

viernes, 3 de junio de 2011

El Turista Lector

EL BOLSILLO IZQUIERDO

En esta ocasión, retomó mi columna que hace ya algunos ayeres se publicaba en cierto periódico local debido a esta fastuosa situación en que nos encontramos: polarizados entre supuestos buenos actos, y sucesos que amargan y apenan en todo sentido.

El TURISTA LECTOR.

A aquel hombre lo había visto en otra ocasión, pero sus ojos al principio tristes se habían inundado de cierto misterio. Casi estoy seguro que vino a esta región del mundo a descargar su penas, quizá como algún personaje de Tennesse Williams; en constante exilio… No supe a bien su suerte ni quise acercármele a cuestionarlo, no me creí capaz de hacerlo. Me encontraba, en cierto sentido, en la misma posición que él. Al menos, en la lógica, tomaríamos el mismo vuelo.

Los pequeños asientos de la terminal aérea, con su incomodidad y su aburrimiento, me hicieron pues adentrarme en su rostro. Sus facciones eran completamente extranjeras, foráneas y fuera de sí. Sólo le hacía falta un periódico extendido en sus manos para caer en el cliché; el sombrero era su iniciación. ¿Cuántos años, meses o días llevaría aquí en el país? Su español era fluido y su conocimiento del folclor nacional también. Lo escuché platicando con un par de personas y ayudando a una monja a llegar a su anden. ¿Estaría huyendo de este centro de masoquistas también?, ¿se habría dado cuenta ya que está región no es más que una trampa de arena gigante? ¿De que habrá sido testigo y/o castigo?

En la sala un grupo de televisores con vista hacía nosotros mostraban la más grande gala de surrealismo posible. Por un lado el clásico e imberbe personaje de Bolaños, ¡ahora en caricatura!, haciendo una declaración –la máxima declaración diría yo– de lo ignominiosamente predecible. Por otro los dos noticiarios matutinos de las dos cadenas más importantes: sonrisas, mofas y datos por demás maquillados para contrapuntear la guerra mediática de moda (ya que, somos un país de guerras). La unión hace la fuerza. Luego, que si el video de la balacera, que si la historia triste de Doña Lupe (que se llena de esperanza al saberse en la caja idiota pero que mantendrá su indomable curso de vida al apagarse las cámaras), que si la corrupción y el fuero, que si el trillonésimo abrazo de camaradería entre dos políticos faltos de memoria e historia que se buscan para la victoria, que si la traición, que si el perdedor deportivo de nuevo es de la nación, que si el clima y la contaminación, que si la nueva legislación rige a todos menos a los que la argumentaron y crearon, que si la novela –el resumen de la novela– y, ¡por Dios!, el análisis de ésta y el apoyo gubernamental ante estos melodramas de manufactura paupérrima. Que la nueva declaración del mandatario que más bien parece broma de pésimo y peyorativo gusto. Que si el arte y la ciencia de nuevo lo lograron con el único requisito de largarse de aquí, que de nuevo hemos caído en los niveles de educación… Que la nueva manifestación y la nueva era de pensamiento (que nadie sabe cual es), que la sangre corre pero es “altamente” necesaria, que la lucha y el apoyo internacional, que la vida y el mundo se nos acaba, que la nueva campaña para leer y sus lectores son en gran cantidad actores de la televisora más poderosa. Que si la prostitución al carisma y “talento” de los niños, que si la extorsión. Que si nos ponemos la camiseta, que si somos un país de calidad, que si nos apoyamos sin apoyo real… Que sí, sí me quejo pero no hago nada por cambiar ni cambiarme a mí.

Cuando volteé a verlo tenía ya los ojos cerrados, un bolero pasaba en ese momento detrás suyo cargando un espejo. Detrás mió logré vislumbrar bajo el reflejo de un destello un pequeño puesto de revistas y periódicos. Nada diferente a los monitores que nos cubrían las cabezas; encabezados con tendencias por demás obvias, lógicas y notorias. Fotos alarmantes y alguna que otra pasada de toque editorialista: cabezas explotadas, miembros en el concreto, sangre y oscuridad… El pequeño salón que despedía o daba bienvenida al país dictaba el curso de la guerra. Somos un territorio de guerras y además, en el fondo se lograba escuchar una canción popular de una “artista” que no hace mucho estuvo encerrada en la cárcel que hoy goza de alta popularidad por lo mismo. También yo cerré los ojos, sí, y me crecieron tantas las ganas de amar y perderme en ese tenue dolor que acerca al vicio, que la alegoría de arrancarme las orejas y los demás sentidos daba por completo dirección a mi huida. Casi lo puedo jurar, de hacerme creer en el olvido, un limbo de pulcritud pecaminosa habría sido mi destino. Un purgatorio mexicano, pues, no el tártaro o las cuevas de la afrenta.

En mi imaginación –e­­ntre ilusiones concebidas– me le acercaba y le ofrecía un trago de licor. Ron. Éste lo aceptaba y al final me miraba con un dejo de miseria, de lastima, me daba un par de palmadas en la espalda y yo guardaba silencio, bajaba la mirada y me perdía entre los brillos de los azulejos. Una voz, entonces, lo recuerdo así, interrumpió el silencio exigiendo armar una fila para subir al vuelo. Abrí los ojos. Lastimeramente me coloqué detrás suyo y no sé porque, pero dieron unas escasas ganas de llorar. Cuando el vuelo comenzó a elevarse supe que ahora yo era el que estaba en el exilio, quizá para siempre, quizá para bien, quizás, tal vez… Si soy sincero, entonces (nunca me han gustado los finales felices), desperté del todo. Me encontraba en mi cama, mojada, y a aquel que ya había visto antes con mirada triste, no sé como decirlo, era a alguien que siempre he conocido muy de cerca con la nostalgia más que agotada. Quizás era yo, quizás, quizás tal vez…

No hay comentarios: