Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

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El que Busca Encuentra

lunes, 7 de abril de 2008

Adiós

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Para está ocasión, me base mucho en cierta palabrería con la que suelen dos amigos a criticar parte del todo, del todo lo que es el mundo conocido y los supuestos por conocer. Como ya lo verán, me uní un poco a algunas de las críticas que he escuchado en ellos en estas últimas semanas, mezclando con esa también antipatía mía. He aquí pues un relato un tanto local.

ADIÓS.

¡Menuda!… y utilizo este vocablo en tributo a un par de amigos que la suelen estilizar después de haberla experimentado en una película mal traducida, ¡menuda! Menuda sociedad a la que nos ha tocado asistir en este fragmento de vida; tiene todo para no ser salvada en un mundo usualmente (siempre) cerca de un cataclismo social y aún más próximo de una sonada catástrofe mayor que nunca he entendido el porque, siempre mantiene a todos con una mayúscula pasividad. Ante el fin del mundo, agarro mi lugar para asistir, que mejor. ¡Menudo precepto!
El antepasado sábado me encontraba en buena compañía de unos amigos, platicábamos sobre trivialidades acompañadas de otras tantas mezcladas con un poco de alcohol, mientras el mentado juego de las patadas se llevaba acabo en el puerto de la ciudad, la gente regresaba con un regocijo casi espiritual, como si la victoria levantará el polvo que debajo esconde el otro polvo ya sedimentado, al que solamente se cae cuando uno va a parar al fondo, el indiscutible fondo.
No dejaba de cuestionarme el asunto de la felicidad – y no es que sea tan amargado, sé que lo soy en cierto grado menor – pero la duda intrínsecamente crecía por el factor de que el argumento pertenecía a una cierta categoría de banalidad. Al recorrer las calles matutinales, pocas horas antes del alba, se podía retratar parte de un horizonte pocas veces visto. ¡Menuda sociedad!, repito, y es que en ocasiones no nos fijamos mucho en lo que creemos tener, tuvimos o solemos decir que hubo, y lo que en efecto está explícitamente al hacer camino. La gente estaba contenta por ganar un partido, el partido donde los dos peores equipos no se disputaban nada realmente, se estaba entrando a una zona de confort total, alegrados por no haber sido el peor, sino el consecutivo por si acaso el otro desapareciese mágica o milagrosamente. No lo sé del todo, no soy un aficionado a ese deporte, pero en lo personal la situación antes descrita no me hace referencia a una colectividad abrumadoramente alegre. Sería en todo caso un repudio más ante la vergüenza de encontrar al equipo seguido en las posiciones de siempre, y siempre luchando por la sobrevivencia, nunca por la gloria y la historia. Grandes y menudas metas las que se imponen en esta sociedad, ¡menuda! también por cierto.
Así que aquí nos encontramos, ante una casta acompañante que disfruta como grandes logros las mínimas victorias, que se enorgullece de ellos como si de palmares se tratase, ¿pero porque quedarse ahí?, también nos reconfortamos ante un equipo campeón en la ciudad, donde por cierto, la mayoría no es originaria ni siquiera de la zona. Un equipo de gigantes desconocidos que según nos dicen dan identidad, no me suena muy coherente tampoco. A los equipos perdedores les levantamos la mano por hacer lo mínimo, lo básico y a los foráneos también y de la misma forma porque debe haber un discurso de expiación (en cualquiera de los casos). ¿No será que los dos equipos son exactamente lo mismo, no obstante sus resultados (falsificados en un contexto de ironía y revuelo con que se nos aborda en todo sentido en esta gerencia)? No lo sé, ¿cómo puedo decirlo si sólo observo los titulares y los gigantescos carteles? ¿No será que soy parte de todo ese sistema con el que hemos lavado el cerebro a todos? ¿Seré uno más de los culpables por tener ese mediocre cine que nos llega todos los fines de semana? Creo que al igual que todos, necesito de un método de expiación. Una enmienda al estilo nacionalista; dolor (más), sufrimiento (más) para encontrar una mágica cura a los problemas, lejos de yo hacer algo por ellos, claro. Los milagros existen ¿qué no? ¿A quien le adjudicaremos el del sábado antepasado y que miles pudieron observar?
Hace tiempo que está ciudad se ha reservado el derecho de admisión para los gastos de una cultura mayor. Nos encanta el confort y la fe ante los retos por enfrentar. ¿O algún día los santos también se vestirán con algún de los colores de un semáforo? ¡Menuda vida!

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