Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

lunes, 28 de julio de 2008

Disimulos

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Para está ocasión, decidí redactar con un cierto tono de secreto. Es una columna que bien puede tener un par de interpretaciones diametralmente opuestas, basad en cuestiones de ego y falta de humildad en ciertas personas de esta ciudad. Espero puedan contar con alguna de estas y sino, pues con el simple hecho del interés sería más que suficiente.

DISIMULOS.

¿Qué hay de cierto con la verdad? Hay momentos en que uno piensa que las cosas posiblemente nos atrapen mayormente por una causalidad del consenso de realidad, que por su propia naturaleza errática; el humano valor de la mentira. De ahí, tal vez, proponga el sentido del delirio, del complot, del auto complot; pareja anímica, basta decir, de la paranoia citadina moderna; un legado que podemos agradecerle a la galantería de la política y su fiel amante burocracia – generadores de egos trivialmente acrecentados.
Lamentablemente yo aún no he sufrido de tal síntoma post-derrotista; será tal vez porque nunca me he atrevido a figurar en alguna de esas competencias “oficialistas” que se anuncian con “bombo y platillo” en las áreas nacionales que se nos han vendido falsamente como cunas de cultura. Nunca me he enfrascado en los anonadados eventos de glamour comprado (venerado por la ceguera formativa) y anudados discursos de éxito auto nombrado que no hacen más que el individualismo se pierda en una vorágine de inconformidades y miedos a la derrota póstuma. El ciclo, pues, de una instrucción de peso, de un aprendizaje que acerque a la madurez, se pierde por el grave factor de una naturaleza vencida y aprisionada. La falta de una educación “real” en esta nación se hace cada vez más evidente al percatarse de cómo los adjetivos creados a partir del talento, del éxito, de lo sagaz, de lo inteligible y bien desarrollado han sido utilizados de manera pobre, alejándonos de los verdaderos niveles de aptitud y competencia de este país. El amiguismo, el compadrazgo, la profunda corrupción y las meras “buenas intenciones” de los gobernantes nos han obsequiado un rezago constante, creciente y dañino para las futuras generaciones.
Yo nunca me he sentido cerca de algún sistema honesto, de algún método real de competición, de una justicia que se dirija al conocimiento real. Es tal vez por eso que seguimos estancados en el (un) mismo sitio, es tal vez razón de más para esa memoria colectiva tan débil, para el fortalecimiento de esa paranoia (irónicamente generadoras de los complots imaginarios y los contra-complots reales que han de ser contraatacados también), el alimento para esos egos que hemos dejado crecer ante una impotencia que del mismo modo existe en sus oradores. Somos, pues, tierra de mediocridad todo terreno.
Campos de maíz con detrimentos, de agave casi extinto, de sonrisas e infancias que se pierden entre el frío, el sol quemante y las inundaciones ya tradicionales.
Algún día todo se ha de ir perdiendo, es cierto, las cosas deben de ir cediendo el paso a cierto estado de desarrollo. La naturaleza ha de encontrar su ritmo, ha de encontrar el estado natural de las cosas, ¿por qué entonces luchamos en contra? ¿Por qué seguimos manifestando derrocamiento y no exigimos calidad en todo aspecto?
En ocasiones me pongo a pensar (fantasear realmente) sobre lo que hubiera ocurrido si la locura colectiva de la humanidad nos hubiera centrado en disfrazarnos en algo que no pareciese humano, ¿seríamos pues súper héroes, extraterrestres y demás monstruos expresados de nuestras oníricas reflexiones? ¿Sería acaso más poderosa, o realmente poderosa, el mito de un Dios que se aparentase a nuestro verdadero ser? Las cosas se acaban, pero antes dejan un rastro de perdición y zozobra para que la historia lo estudie así, como algo que vino en regresión.
Lamentablemente no sufro de delirios mayores que los de un corazón roto de vez en cuando, de un alejamiento y un adiós, de una enfermedad pocas veces exagerada. Me falta ser más un hombre de mundo para tal vez darme cuenta que se puede crecer sin pisar a otros, con la confianza en uno y en los equipos, con la intimidad y la libertad de un talento. Uno que se utilice para levantar a más, y más y más. No creo ser el hombre de mundo que lo sepa, agradecidamente tampoco soy el hombre limitado que hace y cree (y no se percata) de todo lo contrario. ¿Qué hay de cierto con la verdad?

lunes, 21 de julio de 2008

¿Y Después?

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Sigo en una especie de rencor mediático, no es que me haya percatado hace poco de lo funesto de estos, sólo que en esta gira del adiós, como irónicamente la he nombrado, me he centrado en las cosas negativas de esta sociedad que más notorias son. He aquí un relato más sobre esta paupérrima característica del país.

¿Y DESPUÉS?

Aún me da un tanto de pena y un tanto más de gracia (burda), el hecho de que nuestro entorno gire entorno de noticias que no deberían permutarse entre la información relevante para una sociedad moderna, pero así es. Somos, aparte de obstinados y contrastantes, arcaicos entes que no permiten que el desarrollo se abra paso por sus mentes. Cuales atormentados e inexpertos pobladores de un cuento Lovecraftiano nos negamos la existencia de los males y hacemos crecer a los monstruos gracias a nuestra tenaz y grácil ignominia cultural. Siendo el mexicano tan rico en contexto cultural, debido a la extensión tan exquisita de naturaleza y recursos de su territorio, no lo puede demostrar y se salvaguarda en los factores más denigrantes, creando el mentado y humillante estereotipo de nuestra sociedad en el extranjero; es decir, en el abuso, la corrupción, los vicios, la flojera y el desdén sentimental que ha de llevarnos a las citadas noches de alcohol y rondas de un buen cúmulo de desilusiones amorosas convertidas en pobres prosas de melodías evangelizadas. Himnos de la propia desgracia que han de servir para un momento de “felicidad” disfrazada antes de caer en el fausto suelo de la verdad. Quid de una mexicanidad cíclica que se escribe, se relata, se refiere y cuenta pero no muere, no cambia, no evoluciona, no nada. Persiste como el tiempo y con el tiempo ha de envejecer sin arrugas.
Desde hace tiempo me encuentro ya con un absurdo cada vez más creciente en los sitios de Internet (ese gran experimento tecnológico, gran fracaso de la humanidad como cultura) de información general. Sus rubros de titulares estan repletos de faltantes de interés se reconfortan con poner información acerca de rumores de estrellas y “famosos” o figuras públicas como ellos suelen nombrar. Resulta que ahora el llamado “periodismo” del espectáculo (del cual sigo negando su real existencia y mantengo mi concepto de ello como una baratez ambulante) es lo indispensable para el conocimiento cotidiano y regular de nuestra sociedad. Hasta la bandada de los gangsteriles políticos le han entrado con saña, peso y fuerza al juego. Nuestros representantes son representados para aportar nuestro juicio. Nuestra democracia es en parte chiste y es parte un juego de planos televisivos y fotos de primera plana en revistas que dan pena a alguien que tenga lo mínimo de educación. El rumor es esencial para la vida cotidiana, parecemos rezar.
Los mínimos y básicos placeres de escuchar un buen disco (con verdaderas y esmeradas composiciones), ver una buena película, comer sana y gustosamente, tener una charla alejada de la banalidad y donde el camaderismo vaya más allá de nuestros errores sino en el factor de complementación interpersonal de las amistades – con sus especialidades culturales debatiéndose alegremente con fundamentos que enriquecen a ambas partes – son mal vistas, son aburridas nos dicen, son elitistas se quejan, son símbolos que en los supuestos (siempre los rumores), estan propiciamente fabricadas para rebajar a otros. Los mínimos placeres, pues, se alejan y los vicios y vacíos cuerpos se moldean para las nuevas generaciones. Los nuevos modelos rejuvenecen aquello que debía de perecer, somos en parte ese camino que con cada roce de lluvia se quebranta y deja un bache para los consiguientes caminantes. Somos el reflejo de lo que tenemos, y da miedo al ver lo que poseemos; esos pobres, mediocres y vulgares medios, programas de televisión sin sentido (de la estética y de la formación que se requiere), de sus impresos ya discretos y de sus campañas que más parecen un chiste mala sepa. Un mero intento de sentirse bien consigo mismos, como bien lo dicen, pero el sentido es para sus adentros no para el nuestro. Meras buenas intenciones que ya no son necesarias cuando los hechos se piden a gritos.
Me da un tanto de pena, lo he dicho, y un tanto de gracia. Nacemos cono ese mentado “don” que no lo creo sea, acerca de poder reírnos de nuestras desgracias. Desgracia más.

lunes, 14 de julio de 2008

Blanco

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Acepto el desencanto, la falta de inspiración y un tanto el rencor hacía con las razones varias de esta columna. En primera estaba en extrema cansado el día que tuve que redactarla, por tanto no tenía menor justificación que dejar caer ciertas opiniones que siempre he tratado de sobrellevar debido a la naturaleza de esta nación, dígase de otra manera; la corrupción, la mala educación y los mediocres medios de televisión con los que contamos. Así que sin mucha imaginación en la cabeza, decidí hablar sobre su nueva oleada de “buenos gestos”.

BLANCO.

Bien, muy bien, la cadena televisiva por “excelencia” en este país nos indica que seamos dignos para con nuestros cuerpos y para con la salud, pero ¿ellos nos han dado algo con lo que poder combatir en todo sus años de existencia?
Son pocas las ocasiones en que nos percatamos de aquello con lo que vivimos cotidianamente, por lo menos puedo indicarlo de manera personal, muy personal, personalísima. Había escuchado, oído, vivido, varios de estos absurdos comerciales, meros productos mediáticos (que más pueden hacer estos limitados seres), pero no me había percatado del todo de lo que significan. Es grosera toda esta campaña que tiene esta televisora en contra de la mala salud, la ignorancia y la mala vida, lo digo pues es ella una de las principales causales de estas atrocidades. Y no es que ahora quiera enmendar la situación, sino que ya es demasiada la broma de estos delincuentes del intelecto mexicano.
Conversaba con algunos queridos amigos sobre las angustias de esta sociedad nacional, y encontré dos elementos sustentables en cuanto a nuestras necesidades; digamos que nos hace mucha falta el valor de la exigencia, no demandamos calidad en ningún sentido, y para contrarrestar esto (o bien para darle más al traste en términos más que coloquiales) somos sumamente complacientes. Misteriosamente todo lo que hacen nuestros más cercanos colegas está bien y nunca tiene un pero para la crítica; todo está bien, bien, bien. Si lo vemos en escala, todos son amigos de alguien, entonces el mundo es perfecto. La envidia es algo que mata todo ese otro valor. Somos, como ya se sabe desde hace varias décadas, una sociedad de contrastes que está perdiendo su fervor folclórico en pos de la imitación, de la irritación, de la ignorancia.
Hemos sido educados en gran parte por el universo mediático que nos dice que hacer, que decir, que comprar y hasta que creer. Ahora resulta que estamos mal y debemos cambiar. Suena bien, claro, todo lo que indique un sentido positivo de desarrollo no se debe de tachar, sólo me pregunto; ellos que estan dando a cambio; ¿únicamente el resaltar más su ignaro proceso de “evolución” exhibiendo a sus más regordetes conductores? ¡Que barato!
Para colmo, esta productora de falsedades, hace uso de sus más viejos recursos para llevar a cabo su más reciente broma generalizada (en todos su “benditos” programas nos la recuerdan), es decir, nos colocan con sus ridículas canciones y demás estrategias de antaño sus mensajes que no conciben más que la idea alocada de alguno de sus directivos que cree salvar al mundo. Con alguno dueto o mezcla de éxitos del momento nos tratan de colocar su mensaje, su estrategia para con unos ideales ya vendidos por ellos y comidos por la gente que no tiene, lamentablemente, más que verlos y educarse con sus programas, noticiarios y bofas tramas de novelas. Ideales que nunca han sido tradicionales pero que ahora son parte de una reminiscencia de lo que será.
Bien, no niego tampoco el asunto que en efecto es necesario que este país cambie muchos de sus elementos radicales (“radical de raíz” si es que alguien recuerda esa maravillosa película de Raúl Busteros), entre ellos su alimentación, pero creo que sería más importante y más radical (de raíz) el intelecto. La educación lo indica todo, siempre lo diré y siempre apostaré por una formación cultural de envergadura ante todo esos juegos mediáticos mediocres como los que ahora podemos observar de gratis con tan sólo encender nuestro televisor.
Nos piden elegir, nos dicen que debes estar bien, nos ponen a dos atrocidades “musicales” de su repertorio a cantarnos sus ridiculeces (¿qué no una de esas muchachitas tenía serios problemas alimentarios?). Acepto la broma, acepto que nos recomienden, pero ¿por qué no eligen ellos mejor darnos una televisión de calidad?

lunes, 7 de julio de 2008

Cuevas

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Dice la canción; sombras nada más, y en esta ocasión las elegí como quid de este escrito, donde describo un sentir un tanto bajo de lo que es nuestra naturaleza propia. Es decir, no podemos cambiar las razones ya establecidas para nosotros, pero tal vez podamos vérnoslas de mejor manera si nos disciplinamos, aunque es algo ya incierto.

CUEVAS.

El otro día observaba las sombras de las demás vidas que caminaban, al igual que sus dueños, por una de las calles principales del centro de esta ciudad (breve, siempre breve, lo he dicho). Permanecía de pie cerca del transitar de todos esos pares de brazos contorneándose al ritmo del que se encontraba enfrente en la fila improvisada que se crea en la cotidianeidad; así hasta las esquinas que dividen nuestra brevedad, la cadencia citadina de todos esos pasos, de todas esas parejas – conocidas y desconocidas – de todas esos cuerpos, de todos esos amos, de todas esas almas, de todas esas negruzcas siluetas. La observaba como ellos bien pudieron hacer lo mismo con la mía.
Es ilusorio y aparentemente interesante si lo observamos desde un punto virginal; animado por la imaginación, inanimado por el recurso del relato, cual Peter Pan que trataba de alcanzar la suya. Supongo que esa excéntrica idea ha de traer suficientes golpes si uno lo llevase a acabo, el caso aquí es que una sombra no es nada fantástico. Es tan sólo una región donde la luz ha sido bloqueada, donde la oscuridad ha quedado a merced de un obstáculo, un cuerpo físico que ha dejado sin oportunidad a la emisión del sol de llegar a todos lado de manera uniforme, si es que lo vemos desde el punto en donde yo me encontraba hace algunos días. Cada uno de nosotros hemos de detener el paso de otro objeto por naturaleza misma. Somos sombra y estorbo, estorbo y sombra, somos origen y tropiezo. Podemos causar pero no crearnos, podemos resolver pero no deseamos, tan sólo aspiramos a mejores cosas sin aportaciones argumentativas de peso, creamos a través de impedimentos y para salvaguardar el orden establecido de las cosas (dejémoslo así y no en el caché de la frase), debemos fabricar más. Entre opciones nos ahogamos y no llegamos a ninguna solución, somos como aquellos que no hacen más que pagar interese por el hecho de no querer gastar lo que se tiene. Siempre aspiramos a más y no debemos, no podemos, somos como este fachoso ejemplo que acabo de hacer, somos el reflejo de lo que consternamos como tradición, lo que juzgamos como pasado para seguir siendo futuro. Somos nuestra propia sombra y como niños, jamás nos la lograremos quitar.
Me encontraba detenido en un lugar “con sombra”, así le dicen, así le decimos. Era un lugar techado (algo obstruía la luz antes de que esta pudiese llegar a mí para el mismo destino), y todos afuera de este caminaban a la par que el resto, era una masa como bien se menciona en los libros de texto – en todo caso yo era parte de la masa inmóvil – y observaba sus siluetas seguir a cada unos de sus patronos, sin rostros ni gestos, sin coyunturas ni tonos; eran tan sólo un borrón. Del tipo de borrón que sería de mí cuando me hartase de no hacer nada, de andar de vouyerista anodino y me decidiese, al igual que los rayos del sol, ha realizar mi destino; a formar parte del mundo y salir a tratar de ganármelo sin merecimiento alguno. Ser una sombra o ser luz que ha de volverse sombrar al topar con algo, o acaso a algún.
El otro día me detuve a observar, el calor era un tanto exagerado para mí y decidí refugiarme de las altas temperaturas que han de cambiar, siempre cambian, ahora un tanto más (no hace falta que me expliquen). Me cobije en el mismo sitio que lo hubiera hecho si estuviera lloviendo o haciendo frió, me contuve, me amarré y no realice acción alguna por un par de minutos. Me hice en parte visor y en parte visible. Algo detenido frente a tanto movimiento es bastante peculiar.
Lo mismo hubiera sido si me hubiera ido a comprar un helado o sentado en aquella vieja banca de parque que siempre he de visitar. Si hubiera seguido la rutina, la costumbre de no hacer mucho y gozar poco. Un día lo es como tantos otros, como toda esa gente que camina y se lleva su sombra y se lleva las sombras de los demás entre sus rítmicos desplegados de ideas e ideales, y días, y noches.