Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

Sunset Boulevard
España, 2009.

El que Busca Encuentra

lunes, 25 de agosto de 2008

Único

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Se fueron las olimpiadas pero no las malas mañas, esas de ser sobrepeso para la gente exitosa del país. Dos oros cayeron y todos a tratar de formar parte de las historias personalísimas de estos campeones. Mediocremente, como siempre, nuestros medios; aquellos que dicen hacer todo por nosotros (su público) dividieron los logros. Este escrito se redacto el pasado jueves, cuando sólo había un oro, pero el discurso seguiría siendo el mismo, mediocridad vil.

ÚNICO.

Lo de hoy es el oro, ¿no? Oro que abrillanta el desesperanzado y oscuro camino que hemos de trotar en el ambiente nacional, oro para los pobres que no tienen que comer, oro para los ricos que se quejan de los nuevos impuestos y sonríen porque regalan dinero a los mexicanos “diferentes”; ¿qué es esa diferencia que hace que valgan la pena? Será que la naturaleza no quiso darle todos los atributos físicos para ser un humano común y corriente y ahora necesita los labios, hipócritamente salidos, de un multimillonario de nacionalidad tercermundista; una hazaña más del surrealismo partidista con el que vivimos.
El oro, todo es el oro; oro, oro, oro; me recuerda aquellas añejas caricaturas que veía de niño donde los “malos más malos” sólo buscaban su porvenir, sólo querían encontrar la gloria y el poder en base a su riqueza y su ineptitud eterna de siempre querer más. El oro, me han educado como a todos los de mí generación; el oro es lo más preciado, lejos de lo que nuestra milenaria cultura (ahora ya cuasi destrozada) azteca destacaba. El oro era tan sólo el excremento del sol y no tenía validez alguna. Ahora somos parte de la petulancia del mundo, somos humanos “normales” que no necesitan la risa ni el apoyo de los ricos del cosmos. Somos gente que debe tragarse el orgullo y ver la repetición eterna de aquel muchacho bonachón, taxista, que acaba de hacerse ganador de un oro olímpico. ¿Quién puede decir que no sintió una fuerza positiva hacia él? Se lo merecía, claro, ha sufrido, pero no más que otros que se quedaron en el camino y de los cuales también vale la pena su historia. No somos los únicos jodidos, por favor, no hagamos de la miseria un asunto nacional.
Bien, ya tenemos el oro, el tan preciado cacho de materia divina que uno dizque va a conseguir, ¿será acaso que la vida de este muchacho cambie? No, será un momento que recordar por los medios cada cuatro años a falta de glorias ajenas, me resulta indignante el sin fin de repeticiones que tuvo la lucha (las luchas todas) de este joven que ganó con su esfuerzo la medalla de oro. Dejémosle disfrutar de su oro, de su triunfo y nadie cargue esa gloria con él que para eso ha llevado una vida de mexicano, él y su familia. Los ineptos medios de nuevo hacen de la suya al querer hacerlo parte de su familia, mas analogía con el Padrino de Coppola no podría haber.
Lo de hoy es el oro, ¿quien no levanta la mano para sentirse seguro con él? Cientos de voces que quieren tragar del hedor que se quedo de una gloria batallada en el campo. Vivimos cada vez más rápido, sí, ahora no sólo vivimos de las glorias pasadas, ahora lo hacemos de las pasadas inmediatas. Cada vez nos encaminan más a lo corriente; el oro, el oro, ¿por qué no? Ahora que lo tenemos debemos presumir.
Un joven se levanta en el podio olímpico, en la parte más alta, que no lo es por mucho y mucho menos con los de sus competidores, se agacha para recibir su medalla de campeón, observa su bandera y su símbolo patrio – de esa nación que no lo apoya, sólo lo extorsiona y para la cual debe de luchar y rendir cuentas – escucha su himno y lo canta (a destiempo hay que decir) y se baja con las ganas de comerse al mundo, uno se debe sentir poderoso en ese momento. Eso fue lo que sucedió, ¿algo más? Sí, sé que hubo historias paralelas, sufrimientos de años y sacrificios por parte de todos, somos humanos, mexicanos, somos lo que somos y seremos lo que fuimos. El oro es lo de menos, dejen al muchacho irse a casa y abrazar a los suyos. Realicen sus propias glorias y callen mientras los otros levantan la copa. Que corriente este país en el que vivimos, que lamentable ese sudor de mediocridad que emana de la televisión al ver un mexicano triunfar. El oro, oro, oro, oro; como aquellos villanos plenamente diabólicos que veía en mí infancia, el oro es nuestro y todo será igual. Nada cambiará y hemos de olvidar lo que nos trajo el esfuerzo, hemos de recordar la transmisión que ha de volverse la única historia.

lunes, 18 de agosto de 2008

El Catrín y La Calaca

EL BOLSILLO IZQUIERDO

En está ocasión me he cansado ya de todo ese fervor mediocre que realzan los también insignificantes medios con los que contamos en nuestro país. Estoy, pues, agotado de todo ese oportunismo con que lamentablemente vemos unas bellas olimpiadas. Injusticia tal cual la vivimos todos los días en la calle.

EL CATRÍN Y LA CALACA.

Claro, ¿por qué no? Es bueno regresar con una sonrisa cuando se fue en búsqueda de algo y se regresa con cierto grado de cumplimiento. Al fin y al cabo, las metas resultan la mayoría de las veces lo suficientemente personales como para disfrutarse en el regazo de quienes estuvieron palmo a palmo con esos ya famosos requisitos de “guerra” (batalla sería mejor palabra en este caso); sangre, sudor y lágrimas.
Por supuesto que no estoy cegado del mundo – de lo externo que se suscita fuera de casa – las olimpiadas son la boga del momento. Lo he afirmado y lo seguiré testificando, soy un fiel seguidor de las justas veraniegas y me emocionan las finales de casi todo deporte, la entereza y disciplina con que se compitan estas etapas son dignas de un melodrama lo bastante emotivo como para sentirse bien con aquel que consigue la victoria y las consecuentes ganancias (un tanto menores no así del todo) de los que no alcanzaron la cima de la montaña.
Siempre me he preguntado si en potencias deportivas como nuestros vecinos del norte y los ahora locales, hacen el alarde tan kitsch (cursi y mal entonado) de sus campeones olímpicos como lo hacemos aquí por cualquier lugar obtenido. No niego que el logro (porque en efecto lo es) obtenido de las ya casi “diosas mediáticas ahora inmortales” sea digna de una alegría por parte del espectador, pero no le veo la justificada diferencia de cualquier otro atleta al verle su sonrisa después de lograr parcial o completamente su objetivo.
Que bien, me alegro que estas mujeres hayan salido con uno de los lugares más honrosos con que cuentan los juegos, (todos lo son en cierto grado) y admito que hasta viví en vivo el momento, claro, debo aceptar también que fue gracias a una noche de sufrido insomnio y no al ajetreo mediático, ni a la pasión nacionalista que nos da siempre que alguien se va a romper el lomo – como dicen en nuestra tierra – y todos podremos colgarnos del orgullo. Claro que felicitaría a estas damas si alguien me las presentase en los siguientes meses (tres, cuatro máximo), tampoco vamos a vivir del pasado personal de terceros, lo que hicieron vale la pena remarcarlo como una nota positiva en el grado que se merezca. No se me hace lo suficientemente justo para ellas el ir y tratar de sacarles provecho, no lo hicieron para eso. Tampoco se me hace honesto que el país deba aceptar cualquier éxito personal como logro nacional y después tratar de sacarle provecho. ¿Qué somos?, ¿qué orgullo venden las cadenas televisivas más importantes del país al dividir a las competidoras tratando de adquirir el mediocre rafting? Simple y llanamente nos indican el vacío de sus metas como profesionales, nos escupen en la cara sus verdaderas intenciones: para ellos no somos más que vil mercancía a la cual lucrar cuando puedan vender algo como atractivo, no somos ninguna especie de seres vivientes, emotivos y quebrantables, no existe el individuo sólo la ventaja económica. De esa manera, pobremente nos hospedan en su propia ignorancia, en su bajeza, en su mediocridad, pues lamentable y míseramente han educado a la mayoría de esta nación bajos sus estatutos de pequeñez e insignificancia.
Claro que supe de la medalla obtenida (para cuando escribo esto sólo hay una, no sé que pueda pasar, la sorpresa es un factor humando), nos lo repitieron casi cada quince minutos. Claro que es un logro, como lo es también e igual de emocionante la lucha que se impuso este otro nadador que quiere hacer historias. Cada quien se impone su reto, cada quien ha llevado una vida detrás, todos pertenecemos a un factor común de vida, hemos existido por millones de años en un planeta que hemos ido destrozando (natural y socialmente). Claro, ¿por qué no? Es bueno sentirse bien por otra persona que se levanta para sonreír, en estas olimpiadas podremos hacerlo cientos de veces, ¿por qué entonces vender nuestros pensares a lo ya vendido? Eso sería una triste derrota.

lunes, 11 de agosto de 2008

Laurel

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Siempre he sido un aficionado a la justa Olímpica, cada cuatro años esta celebración logra sacarme ligeros momentos de celebración, es una competencia real que siempre engrandece el espíritu. No obstante, al paso de los años esas manifestaciones de júbilo han ido decayendo, espero que no sea una amargura real.

LAUREL.

Los Olimpiadas han comenzado; una digna justa deportiva donde, como siempre, el factor social va más lejos de los límites en los que debería de cuadrarse y porque no, comportarse.
Esta vez comenzaron grises, con noticias de altura que no se ignoran del todo; secuestros, muertos, levantamientos, números (fatalistas) y las guerras que siempre menoscaban mí impresión del ser humano. Supongo que al mundo se le vienen algunos muros abajo, ciertos encerrones en el que, como siempre, estará solo, orbitando en una galaxia portentosa pero a la vez minuciosa y que en realidad es tan sólo una de tantas. Los días anteriores no sentí esa gracia de disfrute con que se esperaban otras justas, será acaso que el mundo abre un tanto los ojos cada cuatro años para observar una cultura distinta, será tal vez que esta los prefiere tener cerrados (y no me refiero al aspecto físico). Las pasiones, sí, se han empezado a desbordar.
Así que aquí estamos, observando en un televisor, y a casi un día de distancia de esas historias, una bella y disfrutable (porque cerrarnos también) afonía del ritmo “mágico-espiritual-grandilocuente” con que se venden este y otros eventos de la misma índole. Inmersos en unas olimpiadas que al parecer ni el mismo aire - que nos ha de dar o quitar la vida - quería que fuesen en esta ciudad, abiertamente cerrada a la opinión y con gritos de libertad que callan callándose y se ciegan ante las manifestaciones del mundo, antes de recibirlo. Inundaciones, terremotos y replicas son factores naturales que esparcieron también la sospecha, o bien pudo ser también su expresiva molestia a los titubeos con que se maneja un tanto una cultura, que bien debemos decir, no nos pertenece y no logramos entender del todo, así como no lo haremos en 15 días.
Una quincena de jornadas donde podremos defender un tanto de esa humanidad que nos queda, ese alcance físico y mental con que podemos superar las metas, donde denotaremos el coraje y la fuerza, el espíritu que se colma de su gloria por existir.
Vivimos una sátira, olimpiadas de ironía. Tal vez el mundo se deba ir acostumbrando a las jugarretas que le hemos ayudar a aprender.
En aquellos lugares se han de ir cometiendo sorpresas, deportivas y algunas otras tantas que no tienen nada que ver con la fiesta. Habrá quien alce la voz y le tapen la boca y el cuerpo, habrá anécdotas que olvidar y otras tantas inexistentes que saldrán con el paso de los años. Por acá las cosas no se alumbrarán tanto, salvo quizá el oportunismo que siempre existe al observar como alguien llega a la cima – e
l acercamiento ante el victorioso que ha luchado y llorado al observar su meta cumplida (y que hizo para él, su familia y su Dios – quizá – antes que para su nación). Ante tanto derrotado y perdido en la amargura, siempre es bueno rozar y tratar de que el ganador nos arreglé la vida, malamente seremos el resto quien le quite su gloria con el olvido colectivo y la desacreditación tan natural de nuestro país.
Las olimpiadas llenaran de color algunos momentos de este incipiente mundo, país y ciudad; al fin, uno de los aros tiene ese color impuesto (ese mismo que brota cuando alguien se daña en serio), alegrarán ciertas miradas efusivas en los deportes más populares (también hay modas en esos espectáculos) y después todo será igual. Lo digo pensando en nosotros, como pueblo. Habrá más de esto y aquello, más llanto, más rabia, más indignación, más zozobra y más saliva para los discursos y oportunismo para el futuro mediático y político futuro. Todo será igual.
Las olimpiadas han comenzado, habrá que disfrutarlas, que honrarlas hasta cierto sentido y después olvidarlas, que con cada justa hemos de ir observando la debacle de un mundo que mira atónito el consecuente futuro y no hace más que eso, vivir del pasado y de lo que simbolizan sus ancestrales rituales. En parte bien, sólo en parte.

lunes, 4 de agosto de 2008

Segundos

EL BOLSILLO IZQUIERDO

Últimamente me he enfrascado en cierta animadversión hacía los programas televisivos; ¿será por que ahora tengo el tiempo para ver un tanto más de está ridiculización de la humanidad, o bien que apenas me voy dando cuenta y salgo del letargo? Esto es un escrito más en contra de estas técnicas y hechos viles (y “virales”) que se dan cita en nuestra pantalla nacional.

SEGUNDOS.

El tiempo se aproxima, en si una de sus tantas faenas es esa misma – acercarse. Y bien lo logra debido a que su naturaleza es siempre estar lo justo y suficientemente cerca o lejos de lo que se necesita. Claro que este tipo de justicia varia mucho a la que el humano ha ido creando alrededor suyo; digamos que nada es justo para alguien cuando este endeble valor no le favorece. ¿Qué tan naturales seguimos siendo, qué tan alejados estamos de nuestros reales preceptos? ¿Para que poblar un mundo destinado al caos?, se preguntarán algunos, otros tantos, como yo, es el porque de seguir asistiendo a una humanidad con educaciones aparentes, obsoletas e inexistentes de carácter y disciplina. ¿Por qué seguir con simulaciones?, ¿qué todo se ha vertido en un estricto sentido de mercado? ¿Tan baratos somos?
Bien puedo levantarme en la mañana y buscar algún entretenimiento banal en el televisor – digamos que no quiero encajar en la complejidad el mundo, que tan sólo me agradaría sentirme frío ante las causalidades y consecuencias del factor social masa – pero el mismo sistema es en sí ya la causa y la pena de todo ese mediocre sentir. Yo no sé porque le ha dado a las televisoras más poderosas del país resumir toda su paupérrima programación nocturna en la de la mañana. Con programas de revista (cuasi infantil), sólo gastan su efectivo al enfrentar a unos individuos sin carácter y educación formal a las cámaras para poner en pantalla escenas que no resumen sus novelas estelares, sino que las retransmiten en cortos plazos y con comentarios vendidos, cursis e ignominiosos por parte de ese reparto que no logra otra cosa más que desarticular el animo de crecer en espíritu por parte de su “respetable” auditorio. Una vez más repito mi queja sobre su dislocado discurso; no sirven de nada sus buenas intenciones (mediocres también) si mantienen haciendo crecer a la gente en base a estereotipos gastados que no hacen más que las nuevas generaciones sigan siendo las mismas, con los mismos errores, con los mismos defectos que después tratarán de solventar con triviales campañas sociales. ¿Dónde está la buena intención pues? ¿El tiempo ha sido justo, ha sido el justo?
Entonces, asumiendo el cargo de volátil en mí estilo, debo continuar donde me he quedado, pero claro, después de haber pensado esto, como me sucede cada que deseo banalizar un tanto el día y prender el televisor para encontrar algo que valga la pena en la televisión nacional. Nada vale la pena, por lo menos no en estas dos cadenas que tan sólo mantienen su poder debido a las tinieblas que emanan de sus señales.
El tiempo se aproxima, sigilosamente – como siempre – se acerca desde hace años ya en vano, se acerca para alejarse y dejarnos con su pasado. Por todas partes observó ya la mentada onda retro que no es más que nuestra incapacidad, hoy ya muy sería, de mirarnos en futuro, mejorados, siguiendo explorando nuevos aforos para una humanidad más estable. Somos incapaces; incluso de ver el mismo tiempo correr.
El tiempo se va y nosotros nos hemos de estancar, nuestras prisiones están escapando de sus cautivos, nos aplicamos a la mentira, a la farsa, a la promesa sin cumplir que antes ilusionaba, nos adentramos a un mundo donde las palabras no valen nada, donde el desamparo cultural se pierde en vaguedades y hechos mercadológicos que deberían asombrar. Somos tan poco de lo que debimos que no hay vuelta atrás. Ahora debemos incluso mentirle a la soledad con la que hemos de compartir.
Somos soledad añejada y desempleada del tiempo, somos una masa cada vez más uniforme con ciertos baches hacia el sur. Nadie nunca quiere ver hacia abajo, hacia atrás, es malo, nos dicen. Nos venden un futuro que nadie jamás lo ha siquiera pensado, somos inertes y vagos de un tiempo ya acercado hace tiempo, que se da vueltas y nos ve de reojo. Somos un intento del hecho que debimos ser. Ya lo decía Dylan, “…si el futuro no fue suficiente tiempo, entonces la soledad no significa nada para ti…”