EL BOLSILLO IZQUIERDO
El día de muertos, siempre una de mis creencias favoritas. El ritual asentado en México es, creo yo, una de los más románticos y enternecedores que podemos presenciar en el mundo, una entrega de cariño y afecto para lo imperceptible, para lo que no está pero se trato y conoció, una muestra de que el olvido es ajeno al tiempo.
ESE DULCE OLOR...
Los muertos ya se han ido…
Dos, tres horas se quedaron charlando entre ellos antes de tomar el camino que había de llevarlos a casa, ese lugar al cual aún no estamos invitados pues no somos dignos - ni siquiera de eso - dicen ellos, que ya lo saben. Este año estuvo concurrida la recepción, se encontraban ahí varios compañeros que recientemente habían obtenido, por parte de este burlón contexto social, los atributos necesarios para conseguir su boleto.
Algunos novatos observaban, sorprendidos, su primera experiencia en este luctuoso festín de creencias; algunos bien devoraban sagazmente la fe mientras otros dejaban las marcas de sus nuevas dentaduras en alguna que otra religión. Los trabajadores de Campeche estaban ahí, tratando de encontrarse unos a otros en lo que bien era un reencuentro sin mucha conciencia; uno de los más numerosos que se recuerden. A la postre, se convertirían en el momento más memorable y sentimental de la noche.
Detrás de ellos llego el primer cajón victimario, en su interior se encontraban las primeras almas caídas de las inundaciones, vientos y calores del desierto, quienes los cargaban eran los náufragos celebres de las costas de Oaxaca. Detrás del cajón vendrían más y más paisanos con le incertidumbre reflejada en su extrañada mirada que no dejaba de observar el enorme mitin del cual formaban parte. Nadie, si quiera, intento preguntar que era lo que sucedía.
Las risas se escuchaban en todas direcciones…
La música a ritmo de swing puso a todos a bailar, incluso algunos - irónicamente - se movían cual esqueleto danzante a la vieja usanza de cualquier fantasía mortal. Algunos reían por el hecho, aunque los novatos aún no reconocían el sentido del poco recuerdo que aún les quedaría por el tiempo necesario de esa eterna permanencia.
Al calor de las copas los alimentos empezaron a ser compartidos, en tanto la banda fúnebre que amenizaba el cortejo decidió darse un descanso para después regresar con la última tanda de melodías. Para acabar la velada (musicalmente hablando) se interpretó un tango que recordaba a todos aquellos que no emprenden los primeros pasos del viaje - algunos entristecieron pero la mayoría seguía entrelazado con el ambiente, que era de vil alegría.
La charla, pues, comenzó, y todos aquellos ya veteranos mediaban el asunto, nadie podía hablar en demasía de lo que se fue, pero si de lo que se quedo. La nostalgia se mezclaba cual bello color con el alcohol otorgado por aquellos que han de seguir recordando hasta que el cansancio los lleve a reír junto a la comunidad que ocasionalmente los conmemora.
Los novatos se integraban cada vez más a la plática; sus dudas cada vez eran menos, el sentimiento de verdadera conformidad los hacia olvidarse de toso aquello conocido como rencor, celo, dolor. Al final de cuentas, dicen, siempre que se trata de debatir con el pasado, salimos ganando.
El silencio empezaba a reinar, el cansancio a gobernar el sitio. Los temas acerca de los vivo cada vez eran menos interesantes, y eso que habían comenzado sin serlo de fuerte manera. La divagues de lo que pasa en su anterior territorio sólo los colmaba de alegría.- Aquí estamos mejor, decían con una sinceridad total. Al fina, esa fue la frase que más se repitió durante la noche, nada extraño, pues suele ser esa, o bien una variación bastante parecida. ¿Quien desearía estar vivo? Se preguntan con bastante sarcasmo todos los años mientras se comen la esencia de todo aquel sentimiento ya perdido.
Después de dos, tres horas de charla, ya se habían ido…
El día de muertos, siempre una de mis creencias favoritas. El ritual asentado en México es, creo yo, una de los más románticos y enternecedores que podemos presenciar en el mundo, una entrega de cariño y afecto para lo imperceptible, para lo que no está pero se trato y conoció, una muestra de que el olvido es ajeno al tiempo.
ESE DULCE OLOR...
Los muertos ya se han ido…
Dos, tres horas se quedaron charlando entre ellos antes de tomar el camino que había de llevarlos a casa, ese lugar al cual aún no estamos invitados pues no somos dignos - ni siquiera de eso - dicen ellos, que ya lo saben. Este año estuvo concurrida la recepción, se encontraban ahí varios compañeros que recientemente habían obtenido, por parte de este burlón contexto social, los atributos necesarios para conseguir su boleto.
Algunos novatos observaban, sorprendidos, su primera experiencia en este luctuoso festín de creencias; algunos bien devoraban sagazmente la fe mientras otros dejaban las marcas de sus nuevas dentaduras en alguna que otra religión. Los trabajadores de Campeche estaban ahí, tratando de encontrarse unos a otros en lo que bien era un reencuentro sin mucha conciencia; uno de los más numerosos que se recuerden. A la postre, se convertirían en el momento más memorable y sentimental de la noche.
Detrás de ellos llego el primer cajón victimario, en su interior se encontraban las primeras almas caídas de las inundaciones, vientos y calores del desierto, quienes los cargaban eran los náufragos celebres de las costas de Oaxaca. Detrás del cajón vendrían más y más paisanos con le incertidumbre reflejada en su extrañada mirada que no dejaba de observar el enorme mitin del cual formaban parte. Nadie, si quiera, intento preguntar que era lo que sucedía.
Las risas se escuchaban en todas direcciones…
La música a ritmo de swing puso a todos a bailar, incluso algunos - irónicamente - se movían cual esqueleto danzante a la vieja usanza de cualquier fantasía mortal. Algunos reían por el hecho, aunque los novatos aún no reconocían el sentido del poco recuerdo que aún les quedaría por el tiempo necesario de esa eterna permanencia.
Al calor de las copas los alimentos empezaron a ser compartidos, en tanto la banda fúnebre que amenizaba el cortejo decidió darse un descanso para después regresar con la última tanda de melodías. Para acabar la velada (musicalmente hablando) se interpretó un tango que recordaba a todos aquellos que no emprenden los primeros pasos del viaje - algunos entristecieron pero la mayoría seguía entrelazado con el ambiente, que era de vil alegría.
La charla, pues, comenzó, y todos aquellos ya veteranos mediaban el asunto, nadie podía hablar en demasía de lo que se fue, pero si de lo que se quedo. La nostalgia se mezclaba cual bello color con el alcohol otorgado por aquellos que han de seguir recordando hasta que el cansancio los lleve a reír junto a la comunidad que ocasionalmente los conmemora.
Los novatos se integraban cada vez más a la plática; sus dudas cada vez eran menos, el sentimiento de verdadera conformidad los hacia olvidarse de toso aquello conocido como rencor, celo, dolor. Al final de cuentas, dicen, siempre que se trata de debatir con el pasado, salimos ganando.
El silencio empezaba a reinar, el cansancio a gobernar el sitio. Los temas acerca de los vivo cada vez eran menos interesantes, y eso que habían comenzado sin serlo de fuerte manera. La divagues de lo que pasa en su anterior territorio sólo los colmaba de alegría.- Aquí estamos mejor, decían con una sinceridad total. Al fina, esa fue la frase que más se repitió durante la noche, nada extraño, pues suele ser esa, o bien una variación bastante parecida. ¿Quien desearía estar vivo? Se preguntan con bastante sarcasmo todos los años mientras se comen la esencia de todo aquel sentimiento ya perdido.
Después de dos, tres horas de charla, ya se habían ido…
2 comentarios:
Es bello creer que los muertos se llevan lo mejor... la escencia... y es muy cierto, los temas de muertos son más interesantes que los de vivos... caigo en la cuenta de que ésta es mi tradición favorita por dos cosas: los temas de muertos y los "dulces olores"...
Excelentes líneas...
Hola amor mio nada más te escribo para agradecer tus bellas palabras que me alimentan el alma. Sin nada más que agregar, te mando un gran beso y todo mi amor. Gracias por existir.
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