Replicantes.

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España, 2009.

Sunset Boulevard

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El que Busca Encuentra

viernes, 20 de marzo de 2015

Detalles

DETALLES.


Aunque ingeniero por estudios y topógrafo por severas manías de destructor, Alberto se me acercó en la calle dos semanas después de perder la patria potestad de su perro con el talante por los suelos: “A mi vida le ha pasado lo que a los cartógrafos cuando el hombre llegó a la luna. Ya no hay nada más que pueda imaginarme ir describiendo.” De nariz aguileña, lentes gruesos de motociclista y pelo canoso con coleta de caballo, me gusta recordarlo porque siempre he creído que era un hombre inteligente y razonable; fuera de tiempo. Me gustaría decir más sobre él; que manejaba un rambler sesenta y algo pero de coches sé lo que un niño de recursos aduanales. Si bien aseguro que era un Rambler es debido a que el letrero estaba demasiado grande en la parte trasera del auto. Qué puedo decir, mis ojos y lógica siempre se han manejado así: primero me percato de lo más obvio para posteriormente asegurarme en los detalles. Es acaso, quizá, la misma razón por la que me enamoré tan perdidamente de Adeline: la belleza vino primero y el verdadero amor se desató después.

Durante esos 15 días solventé muchas cosas; ahorré en otras tantas. Era tal el nudo en mi estomago que dejé de comer por días; a nadie en realidad le pareció mi comportamiento tan extraño como a la mujer que vendía el pollo en la esquina de mi cuadra. Pocos lo saben realmente, pero a todas las víctimas colaterales les suelo enviar un cheque cada mes provenientes de alguna cuenta ilegal en Suiza o las islas Caiman. No podría haber sentido tal emoción durante esa quincena si alguno de ellos se hubiera cambiado de lugar, el mundo estaba fabricado para que en mis manos cayera el aire que ella dejaba de respirar. 

Cuando enterramos a la mujer de Alberto, la misma que le había arrebatado a “Lucas”, su añorado Shar-pei, después de una breve lucha contra el cancer, sus palabras hicieron eco en todos los matrimonios que se dieron cita en el último de los rosarios: “La más grande ironía de la vida se da cuando has descubierto que te han mentido. Eso es porque tácitamente has descubierto la verdad.” Mis intenciones con Adeline, en cambio, siempre se me presentaron de manera más que clara, tanto en mente como en corazón. Incluso un día intenté escribirle una carta confesándole todo pero preferí clavarme la pluma en la vena aorta para siempre llevar en la sangre ese cariño. Con ella a un lado, me quedaba claro, obras como la de Romeo & Julieta debían tomar su verdadera dimensión: una simple puesta teatral. 

Su mirada desmayaba a las estatuas. No podría haberla llevado nunca al museo del Prado pues su sonrisa habría hecho desaparecer los colores de todos los finos marcos que encerraban la belleza. Su manera de presentarse en cualquier lugar mantenía una especie de neblina en todo el sitio; si bien no lo hacías consciente y al momento, el suspiro te aparecía en el sueño siguiente. ¿Cómo expresarlo mejor?  Con ella, a pesar de haber ido hasta Marte, habría todos los días algo que descubrir. Su aliento construía laberintos en los que el Minotauro tendría miedo de dar el primer paso. Comparada con ella la mitología quedaba como un simple abanico de posibilidades banales. Yo, lo digo con honor, me atreví a tomar ese camino, sí, y miren la sorpresa en que me hallé: justo a la mitad del camino me percaté que estaría para siempre perdido en la vida más perfecta de todas.

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