REDONDO.
Whiplash
Whiplash. Música y Obsesión. (Damien Chazelle, 2014)
Plenamente sencilla, sobria y mesurada. Con un temple que sorprende y deja sin aliento; emocionando al espectador hasta literalmente el último momento que apasiona y apasionará a los amantes del Jazz por mucho tiempo, “Whiplash” alza la mano ante un cine pensado, inteligente y con un cierto aire puramente serio de naturalidad. Algo que, seamos sinceros, hacía tiempo no se veía desde las entrañas de un Hollywood cada vez más perdido en mercados sumamente encasillados en gustos populares, edades precisas o bien autocríticas a forma de reposo y formalidad. En un universo fílmico que ha ido desapareciendo el sentido y forma del llamado cine independiente, este entramado nos regresa a sus bases y su sentir.
Prueba de que los más fundamentales conflictos pueden usarse de una manera clara sin complejos o discursos que van más allá de la pantalla, Damien Chazelle, realizador de esta apasionante obra, se aboca a obtener los objetivos necesarios de cada una de sus escenas sin ir más allá de lo justamente necesario; controlando a detalle su discurso visual y tensión emocional. Raro resulta presenciar una cinta estadounidense casi sin caprichos autorales, sin momentos plenamente rebuscados en pos de un antojo o gusto personal. Prueba es que la cinta se va desarrollando de una manera tan ordinaria y puntual que no pasa mucho tiempo para que nos internemos en el mundo que nos presenta; el ambiente de una exigente academia de música de Jazz. Y sin hacer uso de aspavientos o acciones rebuscadas revela de manera concisa a sus personajes, los cuales desde el primer minuto de la cinta no nos dejarán abandonar la inquietud durante el completo entramado.
Bajo una puesta en escena que se atañe al gesto, semblante y musical, la presión que implica el campo diegético de la cinta nos afecta también en la butaca. La angustia y la zozobra se mantiene y se acrecienta de manera exacta para que no nos despeguemos un instante de su puesta en escena. Cabe resaltar no sólo la dirección actoral sino la entrega de nuestros dos histriones centrales. Dejando cada uno su peso y valor cuando el otro requería de ese alejamiento.
Lógicamente con un uso relevante de la música, los momentos de fabricación tonal no opacan el seguimiento narrativo, no frenan el paso de la historia sino que nos complementan los sentimientos y las acciones que están en juego en cada paso de la cinta. El montaje de Tom Cross nos describe con exactitud lo requerido, no nos pierde en el mundo especializado del género musical aportado ni en el ambiente de una institución y técnicas de enseñanza, sino que aclara; expone y relata. Igualmente la fotografía de Sharone Meir, que se nutre de toda esa pureza detallada en cada una de las locaciones, en cada uno de los personajes, en cada uno de los escalones de la trama.
Ganadora del premio del Jurado y de la Audiencia en el pasado festival Sundance, “Whiplash” retoma impresiones y efectos que ayudan al espectador a implicarse, a identificarse dentro del cine. Es una cinta que nos deja pegados al asiento y con una sonrisa malévola en el desenlace; es una cachetada de Jazz al espectador sin que se sienta del todo el peso de ese género de manera imperante; se disfruta guste o no. Es una carta de amor apasionado a la disciplina, a la locura y al apetito musical. Es una muestra clara de que la sencillez es la mejor aliada de la belleza cinematográfica.
Whiplash. Música y Obsesión de Damien Chazelle
Calificación: 4 de 5 (Muy Buena).
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