REDONDO.
Black Mass
Pacto Criminal (Scott Cooper, 2015)
Queda más que clara la apuesta cinematográfica del otrora actor Scott Cooper en esta su tercera y tal vez más afianzada película como director. Y es que al igual que en su ópera prima, “Crazy Heart” (2009), el peso del entramado se centra en la vena actoral de personajes ensimismados, de bondad y moralidad dudosa pero que sobre todo son conocedores de su rol y su talento, lo que para bien o para mal crea una empatía con el espectador, una amalgama que desea sombría y afanosamente detallar el transcurso de sus descendientes espirales así como de sus lógicas consecuencias. Un terreno diegético que abraza el error pero desea su condena, una atmósfera ambivalente que en momentos logra cautivar pero que siempre se ha quedado a unos cuantos pasos de una solidez plena.
Con “Black Mass”, su más reciente entramado, las cosas no cambian en demasía; es más, se abocan al mundo criminal, lo que hace explotar un grado de madurez en la mano de Cooper como realizador pero sin llegar, claro, a la altura de las grandes realizadores de este estilo. Inspirada en diversos momentos claves de la extensa vida criminal de James “Withey" Bulger; más que nada en la relación –alianza– que sostuvo con el FBI y que le dio camino de total alevosía, el encadenamiento de sucesos es anacrónico pero elemental para un guión secamente bien escrito por parte de Mark Mallouk y Jez Lutterworth (basados ellos en los archivos novelizados por Dick Lehr y Gerard O’ Neill) que nos inyecta desde un principio la visión de nuestro personaje principal: “Whitey". Su visión, sí, para entender y captar sus manías y sus poder después. La lógica de este film se basa, pues, en un retorcido razonamiento cuya lógica se resquebraja cada que el camino es más abierto y descarado por parte de las autoridades. Una especie de juego de caza que no tiene inferencia en la presa hasta que las cosas explotan en el campo del sentido común.
A medio camino de cintas que van desde “Goodfellas” (Scorsese, 1990) y hasta “American Gangster” (Scott, 2007), el filme se sostiene gracias a la diligente fotografía de “Masanobu Takayanagi”, que recrea las épocas expuestas con sutileza y efectividad, así como el montaje de “David Rosenbloom” y el diseño de “Stefania Cella” que apoyan a la perfección el tratado estético-visual de la obra. El trabajo actoral, a bien, pesa aparte como ya hemos mencionado con antelación: sobre un diverso grupo de caracteres cuyo fin está el soporte de la actividad de nuestro protagonista, rol central que sorprende medianamente debido a la más que asequible actuación del más que mediático Johnny Depp. Uno de esos iconos hollywoodenses que se había dejado seducir por representaciones de características tan similares y “coloridas” en la industria que su rango actoral se había tornado irónicamente gris.
Por sobre la ilegalidad, la permisividad y una cara que globaliza la siempre aparente inmaculable justicia estadounidense, “Black Mass” no asombra, es cierto, pero se mantiene en ritmo y forma: se presenta y se protege bajo un estilo; uno que es ciertamente difícil de roer pero que es abrazado con valor. No está al nivel de lo exigido en el género pero entretiene y no se sobaja ni decae en ritmo de manera mayúscula. No cabe duda que Copper logra, con esta su más reciente entrega, nutrir su cine de a poco. No es brillante pero es capaz y apto, cosa que es difícil hallar cada vez más en una industria enlosada en las facturas de las salas de cine que esperan masivas entradas. Su cine es y trata de ser honesto, realizado con ganas y soltura. Con cierto deseo y un encanto que esperemos termine algún día por despertar.
Pacto Criminal de Scott Coper
Calificación: 3 de 5. (Buena a secas).